Era 1997 y nos invitaron a un ensayo general de una obra que estaba produciendo la siempre divertida y polémica Carmelita Salinas. Recuerdo haber llegado al salón Los Ángeles para ver lo que sería uno de los fenómenos más impactantes del teatro y el cabaret en nuestro país al… ouch, “cerrar el siglo pasado y al empezar este”. Recuerdo ver a Luis Felipe Tovar repitiendo algunos diálogos y a una despampanante Edith González ensayando una y otra vez una coreografía. No sabíamos ese día que, en 2024, la relación que la prensa y el público tendríamos, con esa puesta en escena seria cosa de leyenda.
Todo esto regresa a los titulares por el reestreno de la obra bajo la producción de Juan Osorio y la polémica sobre si su protagonista, la actriz rusa Irina Baeva, debía y podía hacer este personaje. La verdad es que el trato a la intérprete ha sido cruel y acosador, pero todos los que han prestado atención a las altas expectativas que vienen con la obra deberían saber que las exigencias estarían a tope. Mientras que es terrible hostigar así a una actriz, admito que da gustó que el público y la prensa defendamos a nuestros personajes icónicos del escenario con pasión. Si así nos importara todo otro sería el panorama para el teatro en México.
Gran parte del problema es, y aquí ojo todos, que en México es casi imposible sacar adelante un musical de gran formato sin estrellas o famosos en la cartelera que jalen al público. Y quien es famoso por la televisión, redes sociales o su vida privada no necesariamente tiene lo que se requiere para semejante reto. Ahí nos toca a todos entender que a veces, si no es que siempre, la estrella debe ser la obra en sí, y por tanto quien se quedara con los personajes serían, sin duda, las personas absolutamente correctas para abrir, sostener y triunfar como lo merece cualquier puesta en escena, empezando sin duda por Aventurera.
