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Puerta por puerta

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  • Sophia Huett

En 2017, Perú sufrió graves inundaciones por el fenómeno meteorológico ‘El Niño’, que afectó a 1.9 millones de personas. México, una nación siempre solidaria, envió una misión de la Policía de la Federación en apoyo, integrada por solo 30 rescatistas, pero con una amplia experiencia en este tipo de eventos.

Se nos asignó al Distrito de Checo, en el Departamento de Amazonas, al norte de Perú. Para llegar, tuvimos que cruzar un río y caminar por tres kilómetros, con el agua hasta las rodillas. Cuando por fin llegamos, la autoridad local nos indicó que el mal clima continuaría y que debíamos considerar que el poblado corría el riesgo de inundarse. Nos topamos con que mucha gente se había quedado en su casa por el miedo a dejar sus pertenencias, mientras el agua hacía cada vez más difícil su traslado.

Instalamos un puesto de atención médica para atender a los damnificados, principalmente a menores de edad, quienes presentaban diversos padecimientos que se agudizaron por la situación de desastre natural en la que nos encontrábamos. En un solo día atendimos a más de cincuenta personas; además, una parte del equipo recorrió puerta por puerta para que el servicio médico llegara a quien lo necesitaba.

En una de las casas se encontró a una mujer de 76 años, acompañada de una niña de 10 años. Estaba postrada, con el pie gangrenado y con el riesgo de morir. La pequeña nos dijo que se había quedado a cuidarla y que hasta el momento nadie había acudido a apoyarlas. Ante el riesgo de las lluvias, era necesario sacarlas, pero necesitábamos una camilla para poder trasladar a la señora de inmediato a un hospital para que recibiera atención especializada.

Planteamos la problemática ante las autoridades de Perú para contar con la ayuda lo más pronto posible; sin embargo, comenzó a llover de nuevo y alcanzamos el límite del horario de regreso seguro que nos habían establecido. Nos encontramos ante un dilema: por nuestra seguridad debíamos irnos, pero tampoco podíamos abandonar a las damnificadas. Decidimos quedarnos.

La lluvia nos encerró y la corriente cada vez era más intensa. Tres horas más tarde, por fin pudimos salir del domicilio todos y todas. Llegamos al poblado de Catacos, donde solicitamos apoyo aéreo. Tuvimos que insistir en la urgencia de la atención, ya que la salud de la paciente se deterioraba rápidamente. A las cinco de la mañana del día siguiente, un helicóptero MI despegó con nuestra paciente rumbo a un hospital.

De no aferrarnos a dar soluciones, utilizando nuestra experiencia y capacitación, aunque ello significara arriesgar nuestra vida e integridad, es muy probable que por las condiciones en las que se encontraba, la paciente hubiera perdido la vida. Al paso del tiempo pudimos conocer que aunque había perdido una parte de la pierna, la señora se recuperó positivamente. 

Relato basado con la colaboración del suboficial Pérez


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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