Estaba en mi oficina el día de ayer, cuando escuché decir a mi vecino de al lado, que le decía su esposa que lo acababan de nombrar director del área; se escuchaba que los dos estaban felices, y haciendo planes futuros, la verdad me emocioné y me enorgullecí por él. ¡Se lo merece!
Llegué a la casa y me encuentro con la sorpresa que los vecinos de enfrente se estaban mudando a una nueva y elegante colonia, me dio alegría también; pero cuando estábamos cenando, platicando con mi esposa, me dio la desafortunada noticia de que una amiga cercana estaba muy mal de salud y que probablemente no se recuperaría. Me dio mucha tristeza el saberlo.
La semana pasada fui al gran evento de la empresa en donde reconocieron a los mejores empleados; en el momento que nombraron a mi compañero como ¡el mejor ejecutivo del año! evoqué un grito de felicidad. “¡Adelante, tú eres el bueno!”, le dije. Segundos después, alguien dijo “no, es un error. ¡Perdón, esto no es una broma! Él no es el mejor ejecutivo del año, es otra persona, les rogamos nos disculpen”. Me desanimé tanto que mejor salí del lugar y me dirigí a mi casa, me bajaron las energías del día. “¿Por qué tantas ilusiones, triunfos aparentes y errores al mismo tiempo? ¿Que no hay respeto por los sentimientos de la gente?”, me pregunté.
Al otro día desayuné con un grupo de empresarios, exitosos todos ellos; la charla fue muy amena y agradable, púes veía como uno de ellos hablaba de que la semana próxima iniciará un nuevo negocio en España, y el de a mi lado decía que a él, en su negocio los productos se estaban desplazando y vendiendo más que el año pasado; y el otro comentaba efusivo que abriría dos nuevas sucursales de su empresa, una en Mérida y otra en Cancún, antes de finalizar el año. El otro, ¡sí, el de al lado del que estaba al lado, se paró gritando de gusto que su hijo acababa de ganar el campeonato de golf. Bueno, todo en ese momento era motivante y elogiaba el contagio de gusto y alegría, tuve por cierto un excelente día, de hecho todo me salió muy bien tanto en mi trabajo como en lo personal.
Siempre he creído que con quien te rodeas definirá quién eres, o si te irá muy bien o muy mal, dependiendo de las actitudes y acciones que los demás, que se hacen llamar ¡tus amigos! tomen. Shh, silencio, porque el de al lado nos escuchará. ¿Qué dirán los de al ladito de nosotros mismos?