Sí, ahí estaba escondido antes de que naciéramos; una vez que vimos el mundo por primera vez, de inmediato nos tomó la mano y nos acompañó durante nuestras edades de bebé, niñez y la pubertad; nos hizo sentir la vida lentamente en esas épocas, pues quería que las disfrutáramos al máximo. Una vez llegada la adolescencia, el tiempo nos dejaba, se escondía y volvía de manera desenfrenada, a veces sintiéndonos que nos sobraba y en ocasiones, sentíamos que nos faltaba, nos hacía enojar porque cuando volvía era de manera exorbitante, ahí estuvimos un tiempo; pero de repente salimos a la edad adulta joven, el tiempo se hizo presente y no nos dejó en un buen rato, pues era la hora de enfrentar a la verdad real de la vida. En 20 años teníamos que formar una familia o integrarnos a ella, educarnos más, desarrollarnos de manera potencial, educar a nuestros hijos y sacarlos adelante, ¡el tiempo nos hacía falta! No nos era de sobra, queríamos tener días de 48 horas, a veces hacer dos o tres actividades al mismo tiempo.
Ah, por cierto, para ganarle al tiempo no nos dejaba ni un segundo, era agresivo con nosotros, quería aprovechar nuestras energías, pues pronto en la edad adulta iban a mermar un poco; pero al fin pasamos esa carrera tan competitiva con nosotros mismos, y vino la edad adulta, ya no tan jóvenes les dicen maduros, el tiempo aquí se comportaba raro, pues quería hacerse muy presente en ocasiones, pero también se escondía, desapareciéndose, es cuando nos enfermábamos o teníamos un problema mayor enfrente de nosotros, se nos hacían largos los días y las horas, y el tiempo nada que se aparecía. Luego sin darnos cuenta algunos llegaron a la adultez mayor, ahora le dicen la tercera edad, en esta etapa de nuestras vidas el tiempo apareció y se apartó de nosotros, nos traía corriendo de la mano, las semanas se nos hacían cortas, los días ni se digan, e inclusive el tiempo se llevó con él a varias personas, hasta que nos hicimos ancianos. ¡Hay que aprovecharlo plenamente! _
