Los Casasola monopolizaron la mirada de la Revolución Mexicana.
Según la tesis del historiador Miguel Ángel Berumen, los miles de documentos visuales del archivo familiar –divulgados una y otra vez- representan la colonización del imaginario de una nación.
Para corroborar la postura en la exposición La Revolución Mexicana; Un Valse Triste basta con hacer un ejercicio de memoria: ¿qué imágenes vienen a la mente cuando pensamos en el conflicto de inicios del Siglo XX? Posteriormente, hagámonos otra pregunta: ¿acaso alguna de estas imágenes que recordamos es ajena al archivo Casasola?
La penetración del acervo es fruto del enorme esfuerzo de recopilación que hizo la familia de fotorreporteros pero también a la sobreexposición de estas imágenes gracias –en parte- a los vínculos de Los Casasola con el poder político. Esta monopolización es un contrasentido: la mirada de La Revolución se vuelve institucional -como el partido en turno-, se vuelve, en suma, contrarrevolucionaria.
Hablo sobre la postura de Berumen en torno a Los Casasola para explicar cómo es que la idea que tenemos de la Historia está fuertemente influida por la repetición tanto de imágenes como de datos. Si una familia logró ilustrar el imaginario colectivo del mexicano ¿qué no puede hacer un gobierno que palomea y tacha los libros de Historia?
¿Cómo el aparato gubernamental puede cambiar a su antojo la percepción que los ciudadanos tienen de su pasado?
Por eso, si tuviera que escoger entre las barajitas de los héroes revolucionarios, sin duda, escogería la de Francisco Villa.
El Centauro del Norte, muerto y vivo, resulta bastante incómodo para los poderosos.
Su simple mención en algún acto público fue considerada, durante años, riesgosa para las relaciones diplomáticas. Resultaba difícil reconocer a alguien que atacó territorio gringo.
A pesar de esta censura, su recuerdo sigue mucho más vivo que el de otros personajes que sí han gozado de la simpatía oficial.
Incluso el cadáver de Villa es disidente.
Según el biógrafo Paco Ignacio Taibo II, el gobierno dice que está en un enorme mausoleo, que descansa con sus enemigos, pero está en otro lado: “Parece claro que, más allá de los restos disueltos de una memoria colectiva que a toda costa se aferra a su nombre y a su estampa, Francisco Villa, manteniendo sus mejores tradiciones y su muy singular estilo, se volvió a fugar, logró escapar, tuvo éxito en huir, una vez más, del sistema”.
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