Qué clase de país es México, preguntan los tuiteros, donde alegra más la captura de un político que la de un narco. En efecto, la detención del expresidente del PRI, Humberto Moreira, desplazó a la recaptura del Chapo como el tópico más comentado en twitter.
Despertó más simpatías lo realizado por la Policía de España que la cacareada operación Cisne Negro en la que fuerzas federales mexicanas dieron, por tercera ocasión, con Joaquín Guzmán Loera.
A pesar de los comunicados del gobierno mexicano, la misión cumplida fue de los españoles. Así bromearon los usuarios de las redes sociales en referencia a la manera en que la policía española y Enrique Peña Nieto dieron a conocer, en sus respectivas cuentas de Twitter, las diferentes detenciones, la del exgobernador y la del hombre más buscado del mundo.
Pero el contraste entre las reacciones frente a ambos temas no se trata solo de un fenómeno virtual. Es un tema que llega a los medios de comunicación tradicionales, a la sobremesa, al trabajo, a las reuniones…
La pregunta sigue en el aire ¿Qué clase de país es este donde provoca más regocijo que autoridades extranjeras detengan a un exgobernador frente al hecho de que fuerzas de seguridad mexicanas encarcelen a un pez gordo del narcotráfico?
Para responder habría que plantearse y contestar otras preguntas ¿por qué sucede esto? ¿Acaso generan más antipatías los políticos que los capos?
Lo que pasa es que el pueblo no se siente traicionado por los narcotraficantes. Un capo puede extorsionar, secuestrar y asesinar. No importa; son actividades vinculadas a su quehacer. Un narco jamás le pidió la confianza al pueblo, jamás le pide el voto, por ejemplo (salvo los narcopolíticos, claro). En cambio, quienes se dedican a la función pública van traicionando a los ciudadanos cada tres o seis años.
México es un país de compadrazgos, de amiguismo. Aquí, es más valorada la fidelidad al amigo, al hermano, al compadre –a la familia, en resumen- que la honestidad, el respeto, la caridad o cualquier otro valor.
Por eso sorprende más que un político esté en la cárcel. Es lo que menos espera el pueblo. Acostumbrado a la traición, se le hace raro ver a quienes fueron alcaldes, gobernadores, secretarios o presidentes tras las rejas, salvo, precisamente, que hayan traicionado a sus amigos.
Pero no es el caso de Humberto Moreira. La cuestión es ¿sus amigos, los priistas, dejarán que enfrente solo las acusaciones que sigan surgiendo en Estados Unidos y España?
¿Qué clase de país es este?
Sergio Gómez @sergomezv