El Cerro del Bernal se alza majestuoso, testigo eterno de todo lo que ocurre en esta tierra. La Biosfera El Cielo, donde conviven bosques y selvas en un mismo horizonte, testimonio de que esta tierra es tan fértil como diversa.
La playa Miramar nos muestra la grandeza de un Golfo que para nosotros siempre será de México, mientras que el cenote más profundo del mundo en Aldama nos conecta con maravillas naturales únicas.
Esta tierra también es energía: los parques eólicos convierten el viento en futuro y la presa Falcón genera electricidad para dos naciones, recordándonos que Tamaulipas va más allá de sus fronteras. Nuestra frontera con Estados Unidos es motor económico y puente que hace convivir a dos culturas.
Nuestra historia está hecha de nombres que inspiran. Pedro José Méndez nos enseñó que la dignidad se defiende hasta el último aliento. Emilio Portes Gil, único presidente de México nacido en estas tierras, mostró que aquí también nacen líderes que buscan paz en tiempos de crisis.
Marte R. Gómez entendió que el campo y la justicia social son pilares del progreso. Amalia González Caballero abrió caminos para las mujeres en la diplomacia y la cultura.
En la música, Rigo Tovar, el “Ídolo de las Multitudes”, llevó desde Matamoros la alegría de su voz a millones, y Roberto Cantoral escribió canciones inmortales. En su “Relo”j aún resuena: “Detén el tiempo en tus manos, haz esta noche perpetua, para que nunca se vaya de mí, para que nunca amanezca…”.
El deporte también es orgullo. Los Correcaminos de la UAT y la Jaiba Brava de Tampico-Madero hicieron historia con figuras como Benjamín Galindo y Joaquín “el Jaibo” del Olmo.
En el béisbol, los Tecolotes de los Dos Laredos son el único equipo binacional de la Liga Mexicana y en el basquetbol, Manuel Raga “El Mexicano Volador” es reconocido como uno de los mejores de todos los tiempos.
Nuestra cultura se viste en la cuera tamaulipeca, se escucha en los huapangos y se brinda en un mezcal o tequila con denominación de origen.
Pero el mayor orgullo no está solo en lo que tenemos, sino en lo que somos. Pese a las adversidades, el pueblo tamaulipeco sigue de pie.
Tamaulipas no es solo un lugar en el mapa: es identidad viva que resiste, inspira y siempre sale adelante.
Ser de Tamaulipas es entender que el orgullo no es soberbia, es gratitud por haber nacido o crecido en esta tierra.