Política

Replantear la Ciudad de México

No es una batalla de política pública, es de principios, de concepciones de la vida, de quienes queremos reconsiderar el orden social y de quienes ofrecen una utopía como segundo piso de la transformación que no tiene logros que presumir

Nací en octubre de 1985, casi un mes después del trágico terremoto que sacudió y dejó en duelo a la Ciudad de México. Con los años aprendí que ese terremoto significó movimiento en muchos sentidos y que, además de la tragedia y del duelo, replanteamos también nuestra forma de ser comunidad. Ante la incapacidad e indolencia de las autoridades, la ciudadanía se organizó y sorprendimos al mundo con nuestra solidaridad y resiliencia, como lo hicimos nuevamente en 2017.

Crecí en esa ciudad de resistencia. En una ciudad que desesperó y exigió acción a los malos gobernantes. Que abucheó al presidente en la inauguración del Mundial de futbol y anunció con eso que no se quedaría callada, que las marchas serían una nueva constante: contra la delincuencia, contra los malos gobiernos, contra el fraude electoral, a favor del INE. Esa ciudad, pocos años después, votó a favor de tener una autoridad independiente, sin regentes obedientes. He vivido en la ciudad que legalizó el aborto antes que ningún otro estado y que abraza la diversidad sexual —y sí, eso ciertamente es gracias a las batallas de una izquierda moderna e institucional que hoy acompaña mi candidatura, no de quienes amenazan con el miedo de quitar esos derechos—.

Si bien tuvimos una constitución propia apenas en 2016, lo cierto es que nunca nos hemos sentido ciudadanos de segunda. Estar en la ciudad donde habitan los Poderes de la Unión, donde sesiona el Congreso federal, donde conectan vuelos a todo el mundo, siempre nos hizo sentir a la vanguardia. Tal vez de ese pensamiento que fácilmente se confunde con soberbia surgió el rumor de que en otras entidades no nos querían.

Muy joven decidí dedicarme a la política. Crecí en la generación de la democratización. Era un buen momento para confiar en la política como instrumento de cambio. Fui testigo del largo trayecto del partido único a las decisiones plurales de congresos divididos. PAN, PRI y PRD tuvieron que aprender a jugar el juego democrático con nuevas reglas. Ésas que obligaban al más poderoso a negociar con el menos poderoso. Ésas que nos trajeron la transparencia, una Corte independiente, un INE ciudadano. Crecí en un buen momento para la convivencia democrática.

Moisés Butze
Moisés Butze

Mientras tanto, la ciudad se fue debilitando. Pronto, los liderazgos sociales que habían luchado por derechos se convirtieron en movilizadores electorales. Pipas en vez de agua corriente, plantones en vez de negociaciones, paracaidismo en vez de programas de vivienda. La gente más pobre de la ciudad se volvió carne de cañón; instrumentos para la presión política. Hoy prácticamente la mitad de la ciudad es botín político. Lucrar con la necesidad nunca estuvo en los principios del partido al que decidí afiliarme. Y si bien puede achacársele ser un partido conservador, valoro mucho que la dignidad humana esté al centro de su filosofía política, porque esa dignidad exige no usar a la gente, mucho menos a costa de sus derechos.

En los años más recientes, la Ciudad de México ha mostrado el talento naciente de artistas, creativos, restauranteros y hoteleros, entre muchos otros. Poco a poco las redes sociales de las y los influencers se han llenado de fotografías de las zonas turísticas, y la Ciudad de México atrae a millones de visitantes al año. Esos visitantes desconocen la pobreza que se vive en Tláhuac o en Iztacalco. No saben de la violencia de la zona conurbada. Usan bicicletas, pero no saben que las ciclovías terminan algunas cuadras después. Por el otro lado, en las zonas más pobres de la ciudad no conocen esa ciudad de Instagram donde los capuchinos cuestan un salario mínimo. Nos han dicho que esta ciudad es ingobernable. Que no hay forma de igualar la vida de Iztapalapa a la de Benito Juárez, que Álvaro Obregón o Cuajimalpa serán siempre dos mundos en un mismo territorio.

Yo no estoy de acuerdo. Yo creo en el poder de la política y de la política pública. Creo en que la necesidad de tantos debe ser motor suficiente para los cambios necesarios. Creo que una ciudad equitativa es posible, para pobres y ricos, hombres y mujeres, niños y adultos. Todos tenemos derecho a vivir en paz en nuestra ciudad. A movernos de forma libre y eficiente. Podemos atraer inversionistas y generar empleo con prestaciones. No debe avergonzarnos querer vivir mejor. No debe avergonzarnos escoger las vías lícitas y legales para hacerlo. No hay bochorno en aspirar a más de un par de zapatos o a que nuestros hijos e hijas tengan más grados académicos que nosotros. Y esta idea de que podemos vivir mejor no cruzan planteamientos anticuados de “derecha” o de “izquierda”: es la visión de bienestar contra la que se quiere satisfacer con la idea de que el dolor no es evitable.

Yo me niego a aceptar que tenemos que vivir en la desigualdad de recursos y, sobre todo, de oportunidades. Creo que todos merecemos la oportunidad de prosperar y que el gobierno debe ser ese igualador. Creo que podemos replantear nuestra convivencia, nuestra ciudad, nuestras dinámicas sociales. Confío en que si el PAN, el PRI y el PRD, que debatieron por tantos años, pudieron ponerse de acuerdo en una agenda para la prosperidad, con reglas claras y jugadores honestos, podemos ponernos de acuerdo también las y los ciudadanos.

Mis propuestas se han concentrado principalmente en cinco problemáticas que duelen a la ciudad: seguridad, escasez de agua, movilidad segura y eficiente, salud para todos y crecimiento económico para igualar oportunidades. Mi plataforma incluye, por supuesto, muchos otros temas. Y, si bien estas plataformas son compromisos férreos, creo que el debate en la ciudad va más allá. No es una batalla de política pública, es de principios, de concepciones del mundo y de la vida, de quienes queremos replantear el orden político y social y de quienes nos ofrecen una utopía como segundo piso de una transformación que no tiene logros que presumir, ni visión para conseguirlos.

Este 2 de junio la boleta planteará diferentes ideas del mundo, del país y de la ciudad. Confío en que la Ciudad de México será otra vez esa ciudad que se levantó de la destrucción y exigió mejores gobiernos, esa comunidad de personas que vio por sí misma y por sus vecinos para construir una comunidad de solidaridad entre iguales. Sé que ese cambio viene y me da enorme orgullo ser el candidato para materializarlo.


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Santiago Taboada
  • Santiago Taboada
  • Candidato de Va por CdMx a la Jefatura de Gobierno.
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