
Estos días en los que la vida nos puso en una pausa, representan una gran oportunidad para reflexionar. No ha sido sencillo renunciar a la vida habitual, entre otras cosas, porque la dinámica diaria se ha convertido en un reto continuo para mantener la templanza.
La incertidumbre sobre el futuro por momentos paraliza. Esto es normal, porque nos hemos contagiado de algo mucho más peligroso que el covid-19. Nos hemos contagiado de miedo, una emoción que tiene una enorme carga de energía negativa.
La pandemia llegó en un momento en el que concentramos gran parte de nuestra energía en buscar el sentido de la vida a través de la acumulación de bienes materiales, olvidándonos de nuestros valores; hablamos mucho, pero tenemos poco tiempo para amar; gastamos más y disfrutamos menos. Y de pronto, en estos momentos de contingencia, vemos la fragilidad de la vida humana, en específico, de esa vida humana que se centra en lo efímero.
La gran noticia es que, para combatir el miedo, tenemos antídotos muy poderosos, y quiero compartir dos de ellos.
El primero es reinventarse para ser único y diferente.
Desafortunadamente, es natural que nos enfoquemos en los problemas y no en las oportunidades que el reto que estamos viviendo representa. Esta idea puede generar incredulidad porque no creemos que ante la adversidad seamos capaces de imaginar que las cosas pueden ser diferentes y mejores. Pero precisamente es en la adversidad donde descubrimos nuestros mejores talentos.
Si dedicamos tiempo de calidad a reflexionar que se están creando nuevas maneras de aprender, convivir, compartir, crear y vivir; y así nos reinventamos, este capítulo de nuestras vidas no pasará como una hoja en blanco.
Es una cuestión de enfoque: la vida es un proyecto, es un camino y en el trayecto nos damos cuenta de que hay metas a las que ya llegamos, algunas que dejaron de ser importantes o incluso llegarán nuevas jamás imaginadas, pero solo si se tiene la voluntad de reinventarse.
No tengamos miedo de enfrentar riesgos, éstos generan conflictos y con ellos crecemos y descubrimos nuevos mundos y nuevas posibilidades. Son los conflictos los que nos permiten probarnos y fortalecernos.
El segundo antídoto para combatir el miedo es vivir el presente.
La generación que nos tocó impulsó cambios sin precedentes que han provocado una nueva enfermedad: el estrés que nos produce el gran dilema actual de la humanidad: ¿buscar el éxito o la felicidad?
En el mundo en que vivimos se privilegia el éxito por sobre todas las cosas, que está asociado con tener lo que deseas. O dicho de otra forma, buscar lo que no eres, pero al buscar lo que no somos, casi siempre dejamos de ser felices. Esa búsqueda nos aleja de vivir el ahora; porque le damos importancia a pensamientos de preocupación, impotencia y enojo, que nos invaden con energía negativa.
Cambiar la manera de pensar, sentir o vivir es posible, y aunque no es fácil, podemos aprender a decidir sobre los pensamientos que queremos tener. Si nos esforzamos conscientemente por crear pensamientos de agradecimiento, empatía y colaboración, haremos de esta crisis una gran oportunidad. Ese es el poder de la energía positiva.
No olvidemos que las cosas más valiosas no se compran con dinero. Su valor no radica en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que suceden. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables.
La felicidad está en disfrutar lo que se tiene o dicho de otra manera: aceptarnos tal cómo somos. Y nunca en intentar ser una versión para complacer a otros, porque ésta es la mejor fórmula para tener una vida sin un propósito significativo.
La vida no es perfecta, está llena de situaciones difíciles, pero todos tenemos libertad para elegir cómo reaccionar ante los eventos que vivimos. Por ello, lo importante no es lo que nos sucede, sino nuestra actitud ante lo que nos sucede.
Somos más grandes que la incertidumbre y que el miedo, porque la grandeza radica en los talentos y dones, en el espíritu y el corazón.
Hagamos que el distanciamiento físico se traduzca en acercamiento social, que nos permita construir un futuro más humano, en donde el principal objetivo de todos sea florecer como personas.
Por último, recordemos que lo único que podemos elegir es con qué tipo de energía manejamos los obstáculos: en forma constructiva, con energía positiva, viviendo en el presente y abiertos a reinventarnos; o en forma destructiva, con energía negativa.
La felicidad está más cerca que nunca, de hecho, a dos pasos. No desperdiciemos esta gran oportunidad.
*Presidente del Tecnológico de Monterrey.
Twitter: @Salvador