Política

Un pequeño detalle: 60 millones de mexicanos no votaron por doña 4T

Somos casi 100 millones de votantes registrados en las listas del Instituto Nacional Electoral (INE) de este país. En las pasadas elecciones presidenciales, el mandamás del actual partido oficial y sus satélites obtuvieron unos 30 millones de papeletas, o sea, un tercio del total. Los candidatos de las otras dos coaliciones alcanzaron 22 millones de sufragios y, en términos porcentuales, la participación de los ciudadanos equivalió a 63 puntos.

Los ganadores han cacareado su triunfo como si fuera la madre de todas las victorias pero, con perdón, 60 millones de mexicanos NO votaron por ellos.

Justamente, la gran apuesta de la oposición liderada por Xóchitl Gálvez es que la gente que no acudió a las urnas en 2018 sí lo haga este 2 de junio. No está dicho que la movilización de esa gran masa ciudadana le será globalmente favorable a la candidata de Fuerza y Corazón por México pero las probabilidades de que ella resulte la ganadora aumentarán de manera muy significativa si es mayor el número de votantes, sobre todo por el creciente descontento de los mexicanos con el actual estado de cosas.

El comadreo que propala el régimen de doña 4T de que la suerte está echada –de que “este arroz ya se coció”, recurriendo al habla popular— tiene el oscuro propósito de desmotivar a los ciudadanos para que, desmoralizados y fatalistas, se queden en casa el día de las elecciones.

Pero, qué caray, en lo que toca a bravatas y fanfarronadas, si en las huestes del oficialismo estuvieran tan convencidos de que esto es un simple paseo, no se preocuparían de atacar tanto a quien pretenden dar ya por perdedora ni en dedicarle parecida atención.

Están escuchando pasos en la azotea, desde luego. Tal vez no en las filas de los seguidores fanatizados —su primer y único recurso es el insulto y, por si fuera poco, suelen ser totalmente inmunes a la razón— pero muy seguramente en el cuartel general y entre la plana mayor.

La inequidad de la contienda es absolutamente escandalosa: todo el aparato del Estado se ha volcado a la tarea de promover a la aspirante del oficialismo y su supremo valedor es ni más ni menos que el mismísimo presidente de la República, usuario exclusivo de la más alta tribuna de la nación en su condición de combativo jefe de campaña y, a la vez, dueño de un poder que nadie puede ni lejanamente ejercer en lugar alguno de este territorio.

El hecho de ser un opositor es algo perfectamente natural en cualquier democracia y a quienes ocupan temporalmente el olimpo gubernamental no les perturba excesivamente la existencia de compatriotas suyos que piensen diferente. Aquí vivimos otra realidad: a quien ejerce el pensamiento crítico se le tilda de enemigo y se le atribuyen rasgos declaradamente nefarios.

A Xóchitl, faltaría más, le corresponde su parte: el oficialismo no la considera una contendiente legítima ni la reconoce siquiera como una persona decente. Vemos entonces cómo resuenan, en los espacios que acapara el poder, carretadas de denuestos e infamias.

Pero, miren, no hemos todavía escuchado la voz de los 60 millones de compatriotas nuestros que no eligieron a los actuales gobernantes.


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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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