Para los no creyentes resulta muy difícil entender el funcionamiento, incluyendo su adaptabilidad a los tiempos, de las religiones. Ah, aparte de no creyentes ignorantes, se pensará. O insensibles. Pobres, quién sabe a qué se atendrán en la otra vida; cuando se vayan acercando a un destino eterno y se den cuenta que no traen las herramientas indispensables para poder sobrellevarlo en sana paz, sin sufrimientos de ningún tipo, entonces se lamentarán: insensato de mí, mi incrédula necedad me llevó a una eternidad inclemente. Y ahora ni como arrepentirse.
Pero ese no era el punto. El punto es que para estos incrédulos, las religiones suelen convertirse en un apasionante tema de estudio pero sin la posibilidad de obtener el esperado beneficio de la vida eterna vivida con holgura y sin estrecheces de ningún tipo. De ahí surge su confusión y pretenden estudiar el tiempo escatológico, como si fuera el tiempo histórico, y emplean las limitadas herramientas de la historia, la filología, la psicología, los estudios de traducción de textos antiguos, las que obviamente resultan insuficientes, o de plano pretenciosas, para explicar lo que quisieron decir quienes interpretaron para las generaciones futuras, los designios de su Dios.
Porque los dioses se expresaron a través de seres humanos de excepción y estos a su vez interpretaron lo divinamente expresado por medio de textos tomados de personas, o no personas tal como las conocemos, sino de personas especiales que tenían el don de comunicarse con quien le transmitía lo que deberían expresar a aquellos que los iban a interpretar para, ahora sí, la sencilla comprensión y el conocimiento de los seres humanos comunes y corrientes.
¿Se entendió? No ¿verdad? Bueno, el caso es que los dioses siempre han requerido de seres humanos para expresarse. Intermediarios de la divinidad. Como decía Borges, imagínate tener frente a ti un libro dictado por el mismo Dios, pues te sientes pequeñito.
Y precisamente hoy, una buena parte de la humanidad, festeja el nacimiento de quien no soñó con proclamarse como mesías, pero que las diversas traducciones convirtieron en Cristo, traducción griega del hebreo "meshiah" y del arameo "mashiha" y que los historiadores identifican como Joshua bar Joseph.
Independientemente de la sabiduría heredada por las religiones y de la orfandad espiritual de quienes todo lo reducen al tiempo histórico, ajenos al tiempo escatológico, hoy hay alegría, reuniones familiares, buenos deseos, actos de humildad y se refrenda el espíritu de amor a la humanidad.
Un pensamiento para las víctimas de los distintos tipos de odios.
roberto.castelan.rueda@gmail.com