Política

No tuvo derecho a pronunciar lo irreparable

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Hay palabras que, una vez pronunciadas, se vuelven irreparables. “Podemos callarlas, pero no olvidarlas”, escribió en su biografía el filósofo Benjamín Constant.

El día de ayer, durante la conferencia matutina, el jefe del Estado mexicano, Andrés Manuel López Obrador, cruzó con desenfado la frontera de lo insalvable: soltó la brida de su lengua para lastimar deliberadamente la relación entre México y España. “Más vale darnos un tiempo, una pausa —dijo. A lo mejor, cuando cambie el gobierno, ya se restablecen las relaciones. Y yo desearía, ya cuando no esté yo aquí, que no fueran igual como eran antes”.

En el lenguaje de la diplomacia, “el restablecimiento de relaciones” entre países ocurre después de que haya sucedido un rompimiento. Pero antes de estas declaraciones no había consciencia, al menos no en España, de que la relación bilateral hubiese alcanzado tan grave momento.

Horas después, el ministro de Asunto Exteriores, Juan Manuel Albares Bueno, reaccionó sorprendido ya que, desde su punto de vista, “el gobierno español no (había) hecho ninguna acción que pueda justificar una respuesta de este tipo”.

No alcanza como argumento para “pausar” —mucho menos para quebrar— la relación entre dos gobiernos emanados de las urnas, la presunta corrupción de unas cuantas empresas (Repsol, Iberdrola, OHL).

Como tampoco sería razón para que otras naciones tomasen distancia de la administración de López Obrador el que ciertas empresas criminales, de origen mexicano, hubiesen incurrido en actividades delictivas dentro de su respectivo territorio.

España es el segundo socio comercial de México. Solo el año pasado la inversión proveniente de este país sumó más de 75 mil millones de dólares. También hay centenas de negocios mexicanos que tienen intereses legales importantes en ese país europeo.

¿Con qué derecho el Presidente de México puede poner en riesgo, a nombre de toda una nación, un patrimonio que es económico, pero también cultural, histórico, social y político?

Zoom: El adagio viaja desde la Edad Media y hoy viene a cuento como premisa de las relaciones personales y también diplomáticas: “Nuestros corazones latieron alguna vez al unísono, porque nuestros labios jamás profirieron lo irreparable”.

Ricardo Raphael 

@ricardomraphael

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Ricardo Raphael
  • Ricardo Raphael
  • Es columnista en el Milenio Diario, y otros medios nacionales e internacionales, Es autor, entre otros textos, de la novela Hijo de la Guerra, de los ensayos La institución ciudadana y Mirreynato, de la biografía periodística Los Socios de Elba Esther, de la crónica de viaje El Otro México y del manual de investigación Periodismo Urgente. / Escribe todos los lunes, jueves y sábado su columna Política zoom
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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