En 2022 la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) del INEGI, mostró, entre otros datos, que la tercera posición del uso de internet es para acceder a redes sociales (89.8%), mientras que la interacción con gobierno es la novena (42.3%). Un ejemplo de la paradoja en consumo de tecnología donde las personas parecerían cautelosas en interacciones institucionales, no así con empresas con las que no se detienen a ver lo que se autoriza voluntaria o involuntariamente.
Una palabra familiar en el consumo de tecnología es “acepto”, sin leer términos y condiciones. Tarea que debe redoblar esfuerzos para sensibilizar las potenciales implicaciones y riesgos en el uso de los datos personales. Aunque dada la rapidez del desarrollo tecnológico que permanentemente bombardea con la oferta de lo mejor y más novedoso, pocos se detienen a preguntar ¿hasta dónde mis datos?
Muchas personas se preocupan por el manejo de sus generales, números de cuenta, contraseñas, etc. Y claro, son importantes, pero para lo que representan las nuevas propuestas tecnológicas eso quedará pronto rebasado para dar paso a otro tipo de información. Es el caso del Metaverso, un universo paralelo virtual que combina diversas tecnologías y hace una recopilación más sofisticada de datos personales vinculados con el día a día de la gente a partir de la actividad de un avatar; es decir, generar datos a partir del comportamiento humano, desde un entorno digital. Una propuesta tecnológica en donde la frontera entre la ficción y lo virtual incide en la generación de insumos para la llamada industria de los datos personales. Para áreas como el neuromarketing que genera información a partir de procesos cerebrales como sentimientos o reacciones ante circunstancias específicas, por ejemplo, con marcas comerciales o actividades. Así, imaginar que un avatar esté triste o emocionado ante una situación específica y a partir de eso generar información que permita identificar a un usuario que quizá no estuvo conciente de ese alcance, con una potencial invasión a los llamados neuroderechos (derechos humanos destinados a proteger el cerebro y su actividad) pone en la mesa discusiones vinculadas, entre otros, a la transparencia en la generación y manejo de datos personales en el metaverso; al diseño e implementación de mecanismos de control legal virtuales para garantizar los derechos digitales; a cómo no perder el control de la Inteligencia Artificial (IA); o no ser sujeto a decisiones automatizadas.
El ser humano toma 35 mil decisiones al día, de la cuales el 99.7% son automáticas. Una decisión consciente que no debe faltar es la autorización del uso de datos personales. Ir al supermercado, conocer personas, comprar ropa o una propiedad, contratar servicios de un abogado, ir a un concierto, todo en un mundo virtual ¿hasta dónde vale la pena un “acepto”?
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