El Manifiesto del Partido Comunista dice: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma.”
Actualmente, un nuevo fantasma recorre gran parte del mundo: el fantasma de los gobiernos autoritarios, o decididamente fascistas; cuyos paradigmas sobresalientes son Donald Trump y Nicolás Maduro.
México no está excento de contagiarse. Conspiran en ese sentido las siguientes circunstacias adversas que padecemos:
El pasado dominado por un partido de gobierno, hegemónico y autoritario; la acometida brutal de la delincuencia; la preeminencia abrumadora de los factores reales de poder, incluidos los partidos; y la certeza de que la capacidad del gobierno está rebasada.
Eso hace que se anhele un gobierno fuerte y capaz de recomponer la paz y el orden.
Las manifestaciones más visibles de ese anhelo son las pretenciones de encontrar la fórmula para que los gobernantes sean elegidos por una gran mayoría de votantes y tengan también la mayoría en sus congresos.
Tal pretensión se funda en la idea de que la legitimidad política que brinda la mayoría, es la forma democrática de tener y ejercer eficientemente el poder público sin obstáculos.
Ese razonamiento es falso.
Las democracias sólo funcionan en un régimen de pesos y contrapesos. Su ausencia produce gobiernos despóticos en diversas escalas; sirvan de ejemplo: la malversación, el endeudamiento del país y los Estados, y la impunidad, todo con el beneplácito de los congresos y juzgados.
Quienes aún creemos que la paz es posible en la libertad, deberíamos cultivar el humanismo, la democracia y la razón crítica, para que tal como sucedió contra el comunismo, se levante una cruzada en contra de todas las intenciones de establecer gobiernos autoritarios.