El sábado 7 de octubre la organización denominada Hamás, atacó a Israel con cohetes desde la Franja de Gaza; y con combatientes que ingresaron por aire y tierra.
Muchos califican esta agresión como una guerra entablada por Palestina contra Israel.
Esa opinión es infundada porque involucra a toda Palestina, sin considerar que el ataque se organizó y efectuó por Hamás que gobierna la Franja de Gaza, y porque conduce a la justificación del terrorismo.
Por eso, es importante perfilar, al menos, la distinción entre la guerra y el terrorismo.
De conformidad con el concepto clásico, las guerras son entre Estados y con ejércitos regulares sujetos a leyes preexistentes.
Karl Von Clausewitz, definió la guerra como la simple continuación de la política por otros medios, cuya meta es la victoria y su finalidad la paz.
La motivación, la finalidad y la observancia de las leyes de la guerra, permite distinguir las justas de las injustas.
Por el contrario, el terrorismo es siempre injusto y criminal porque sus objetivos son dañar a las poblaciones inocentes e indefensas; sus organizaciones no representan a un Estado, sino a grupos particulares que buscan alcanzar por la violencia sus propios objetivos, a veces ocultos en una irracionalidad aparente.
Palestina esta territorialmente fragmentada y es gobernada por dos facciones:
Cisjordania, por la Autoridad Nacional Palestina que reconoce a Israel y es aceptada internacionalmente como representante del pueblo palestino; y la Franja de Gaza, gobernada por Hamás que no acepta negociar políticamente la solución al conflicto palestino-israelí.
Así, pues, no se trata aquí de juzgar quien tiene la razón, sino insistir en que el terrorismo es siempre condenable cualquiera que sea su motivación: máxime cuando provoca la desgracia de su propio pueblo, como es el caso, y atenta contra la paz mundial.
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