Política

Me cansé de rogarle

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Hace cincuenta años murió José Alfredo Jiménez, a los 47, en noviembre de 1973. Abrázame, hermano: “la canción es el medio de limpiarme el alma”, refirió Monsiváis, quien se escrituró una noche los terrenos de la cultura popular mexicana. Cuidado con los que se sienten dueños de algún tema, asunto o realidad, pero ese es otro cuento.

Decía Monsiváis, entonces, que “José Alfredo es el vehículo del desamparo, del momento de la franqueza cuando no hay a quien mentirle ni de quien huir y la obsesión es tan grande que justifica la vida aun si su origen es insignificante o inventado”.

La crónica-ensayo de Monsiváis crea, como en otros casos, un personaje complejo e incomprensible, lo mejora y lo vuelve superior. Corto de entendederas, canté a José Alfredo Jiménez en el Tenampa y nunca pensé que le estuviera cantando a la pareja mexicana o a la identidad nacional. Escribiré un aforismo de gran profundidad: cantar es cantar.

No cometeré la ingenuidad de pelear contra un gran ídolo popular, nomás faltaba. José Alfredo es el llanto en el rincón de una cantina, el sollozo del hombre abandonado por la perjura, el dolor en el alma y estoy sufriendo como nunca nadie ha sufrido. Me gusta, sobre todo si traen la siguiente ronda.

Si hay himnos jodidos de la noche vieja, José Alfredo lleva ventaja: “Llegó borracho el borracho”, “Te solté la rienda”, “En el último trago”, “Ella”. A ver músicos trompa de hule, reviéntense “Un mundo raro”. Cierto, todos somos una noche un poco José Alfredo y venga otra ronda.

El abismo profundo y negro, el estilo Jalisco, si sus labios se abrieron (no empiecen, en serio), de mi mano sin fuerza, pero ya estaba escrito y así hasta la locura.

José Alfredo ha venido a menos. No se le oye en el antro, o mucho menos que antes, incluso en las cantinas. Su influencia aún domina Garibaldi y, si no te asaltan y reducen a un costal sanguinolento, cantarás un himno y salvarás la vida donde manda la Unión Tepito. No sé si me equivoco, pero José Alfredo se oye menos y a deshoras. Y no está mal, el cielo tisú y esas glorias quedaron allá al fondo.

Ahora, si quieren saber de mi pasado, es preciso decir una mentira. Qué, ¿nos tomamos la otra?


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Rafael Pérez Gay
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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