Hace ya algunos buenos años que se da como valor aceptado que en torneo clasificatorio al Mundial de Futbol, lo importante es ganar los partidos y sumar y sumar puntos. Mientras más rápido se consiga el pase al gran evento cuatrianual, mucho mejor. Con el boleto en mano, el entrenador se podrá dar algunos lujos, como los de probar a otros elementos o variantes en el sistema de juego.
Pero muy pocas selecciones, o mejor dicho las autoridades federativas que contratan a los entrenadores, se plantean la exigencia de que además de ganar puntos, sus representativos deben de jugar de forma espectacular o agradable al gusto de la mayoría de sus aficionados.
Algo de esto es lo que se le viene pidiendo a Gerardo Tata Martino. Entiendo que siempre será mejor ganar y gustar, pero si no se puede garantizar ambas cosas lo mejor será conseguir el objetivo sólido y concreto de clasificarse al Mundial.
Esto debería de poner a todos los aficionados al futbol contentos y satisfechos. Ya vendrán otros momentos, en los que la crítica se podrá centrar en el estilo de juego y en el potencial que éste proyecta para hacer un papel realmente destacado en Qatar 2022.
Aun en esos hipotéticos malos momentos difícilmente yo diría que la solución pasa por correr o despedir al entrenador que ha encabezado todo el proceso. Pero eso es adelantarnos demasiado.
Por lo pronto, en noviembre, vienen para el Tri dos partidos de visitante verdaderamente complejos: contra Estados Unidos y contra Canadá, sus escoltas en la tabla de posiciones del Octagonal. Quien quiera razonar o explicar que en estos dos enfrentamientos el representativo mexicano debe de ganar y gustar creo que se tratará de alguien que simplemente está negado para entender esto.
Ir y ganar en San Salvador, como sucedió la noche del miércoles, como sea, es muy meritorio.
Rafael Ocampo