Cuando un equipo mereció de forma tan contundente el triunfo, no hay polémica arbitral que tenga sentido y sustento. Y esto es lo que sucedió la noche del domingo pasado en el enfrentamiento de vuelta de la semifinal entre el América y el Cruz Azul. Los dirigidos por el brasileño André Jardine le pasaron por encima, de principio a fin, a los comandados por el uruguayo Vicente Sánchez.
Puede decirse inclusive que el 2-2 con el que terminó el marcador global fue un resultado injusto para los americanistas. Y aunque en este juego de vuelta se marcó un penal contra el Cruz Azul para muchos muy cuestionable (entre ellos me incluyo), nadie al final pudo dejar de reconocer dos cosas: el bajísimo nivel de los cementeros y el gran desempeño de los americanistas.
Nada que ver este duelo con los que protagonizaron ambos clubes en la semifinal del torneo pasado y en la Final del antepasado. Ahí sí hubo pleno consenso en que los árbitros perjudicaron al plantel entonces dirigido por el argentino Martín Anselmi.
Por lo demás, queda una sensación demoledoramente negativa en la afición cruzazulina. Ni con el estilo agresivo y sumamente ofensivo de Anselmi, ni con el modo precavido, más defensivo y oportunista de Sánchez, este equipo puede con el América, que se postula al tetracampeonato nunca visto en la época profesional del futbol mexicano.
Al Cruz Azul le queda un compromiso vital para restaurar el ánimo: la Final de la Concachampions, a partido único, el próximo domingo 1 de junio en el Olímpico de Ciudad Universitaria, contra el Vancouver Whitecaps de la MLS.
Sánchez y sus dirigidos tendrán que asimilar y aprender de esta lección. Si salen a no perder, van a terminar haciendo otro papelazo. Pero si retoman los conceptos que tan bien aprendieron de posesión de balón, con líneas adelantadas y llegadas constantes, seguro podrán darle a sus aficionados un título. No el que más quieren, pero título al fin.