Si el objetivo principal de la Selección Mexicana de Futbol, aunque no se quiera o no se deba decir, no es ganar la Copa América, entonces habría que definir y transparentar cuál es.
Este razonamiento nos permitirá a todos marcar expectativas realistas y al final del torneo establecer una justa evaluación para el cuerpo directivo y responsables técnicos.
Lo de plantearse ganar el campeonato en disputa es un objetivo muy difícil de conseguir no solo porque en la agenda hay cuando menos otro propósito (probar jugadores que se ganen un lugar en el equipo que competirá en el Mundial 2026), sino porque hay cuando menos cuatro selecciones sudamericanas que lucen mucho más poderosas que la mexicana.
Argentina, Brasil, Colombia y Uruguay están en otro nivel. Y lo vimos en los últimos días: los uruguayos golearon al equipo dirigido por Jaime Lozano por 4-0 y el representativo brasileño se impuso cuando quiso, aunque los mexicanos tuvieron los arrestos de empatar a dos el partido a falta de unos cuantos minutos de que terminara.
Si entonces se asume que en la Copa América llegar a una semifinal resulta un deseo muy atrevido, hay que precisar qué jugadores y en qué líneas se centrarán las pruebas.
La de la portería quedó desecha pues el deseado sustituto del veterano Guillermo Ochoa, Luis Ángel Malagón, fue dado de baja por una lesión de última hora. Cualquiera de los tres porteros que quedaron (González, Acevedo y Rangel) suena como titular en el 2026.
Me salto líneas para situarme en el puesto de centro delantero o goleador. Aquí realmente se depositarán las esperanzas y los ojos observadores en el novel Santiago Giménez. Su titularidad está más que cantada.
Y quizá el rol más importante y el más ausente, el del líder del equipo, es el que está más en juego. Es lo que más urge. ¿Edson Álvarez? ¿Luis Romo? ¿César Montes? ¿Quién?