Decía Konrad Lorenz que los rituales a través de los cuales un animal sabe que el otro no representa un peligro, los conservamos en lo que usualmente llamamos “buenas costumbres”. Saludar, agradecer o pedir algo con amabilidad son rituales a través de los cuales logramos una convivencia no agresiva y, por lo mismo, una mejor calidad de vida.
Los términos “amabilidad”, “amable” y todos sus derivados forman parte de la familia del verbo “amar”, esto es: una persona amable se da a amar. Evidentemente no toda amabilidad es auténtica; también existe la hipocresía, pero eso no es amabilidad, sino aparentar sentir lo que no se siente. Cuando la amabilidad es sincera, suceden cosas interesantes.
Quien es amable no solo se da a amar. De acuerdo con Daniel Fesler, del Bedari Kindness Institute, de la UCLA, la amabilidad es contagiosa y alarga la vida de las personas. Pero quizá lo más increíble es que la amabilidad está ligada con la felicidad del que la da, no del que la recibe: tiene más posibilidades de ser feliz y vivir más una persona amable, que una que no lo es.
Lamentablemente la falta de amabilidad también es contagiosa, y vivir con personas que tratan con desprecio a los demás acorta la vida, según el estudio del mencionado instituto.
¿En qué consiste la auténtica amabilidad? Más que “buenos modales”, ser amable conlleva la capacidad de amar. “Ama y haz lo que quieras”, dijo el sabio de Hipona, y el “ama” de esa oración no se refiere al amor que se puede sentir por una persona específica, ni tiene que ver con el enamoramiento. La propuesta de Agustín de Hipona era “ama”, no ama a alguien: simplemente ama.
Quien ama así, no puede evitar cuidar no solo su vida, sino la vida. Ser amable no tiene que ver con manuales de buena educación, sino con la vivencia de la empatía. La persona auténticamente amable es empática, y a la que no lo es, le llamamos, con toda razón, antipática, pues es incapaz de comprender las necesidades de los demás: su mundo abarca su persona y quienes considera extensión de sí. El resto está para su uso, su desprecio o simplemente no existe.
No lo olvidemos: la ausencia de empatía es síntoma de varias enfermedades mentales.