México acaba de sufrir la pérdida de Carlos Bremer, a quien dedico esta columna. Lo conocí en 1993 como su reguladora cuando le dimos la autorización para operar Grupo Financiero Value. Apenas un año después Value fue víctima del azote de la crisis bancaria mexicana. Carlos estaba en sus 30’s, dirigiendo un barco recién construido azotado por una tempestad financiera inédita.
Contaba que sobrevivió gracias a la “inesperada (yo añadiría bien ganada) confianza de sus inversionistas” que pacientemente lo vieron darle la vuelta a la adversidad en apenas dos años, donde sus inversiones ya se habían recuperado. Su altura de miras lo llevó a acercarse al presidente Clinton, de quien desde entonces se hizo entrañable amigo y con quien sostenía diálogos cercanos de análisis de mercados. Porque el secreto de su éxito era su geografía económica y financiera estratégicamente construida diariamente desde horas tempranas, con la ruta trazada de un capitán visionario.
Me reencontré con Carlos en Shark Tank y pude darle la vuelta a su inicial aversión de ver a su ex reguladora compartiendo escenario. Pero inmediatamente hicimos una entrañable amistad, más de admiración de mi parte por abrevar de él su conocimiento profundo de los mercados financieros internacionales y su experta visión. Pero también fue mi maestro en empresariado social.
Aprendí a sacarle provecho a mi también inclinación por las empresas familiares, siempre de la mano de Carlos; y mientras esperábamos tras bambalinas que los escenarios se construyeran para la siguiente entrevista de emprendedores, su mano y su abrazo generosamente abiertos siempre, la calidad del hogar demostrado en su familia que convivió con nosotros, lo colocó en mi altar de devociones hacia todos mis amigos que me inspiran.
Sus excedentes después de tomar lo necesario para una vida sin excesos, todos entregados generosamente a jóvenes emprendedores, deportistas, cineastas, cantantes, colaboradores. Otra gran enseñanza fue que, a pesar de la profundidad de su ser y análisis, siempre encontraba la broma exacta para compensar la ceremoniosidad de algunos de nosotros. Él, fiel de la balanza, altruista, el empresario social como lo somos muchos a los que nos inspiró asegurando su inmortalidad y legado.
