La palabra del año 2016 fue justo esta: populismo. Por varias razones: porque Donald Trump ganó la elección en Estados Unidos con una campaña populista, porque varios gobernantes del mundo lo fueron y porque en redes sociales impera el populismo desbordado, con tal de ganar seguidores.
En México, después del gasolinazo, se han desatado una serie de acciones populistas, con la intención de atenuar el descontento.
El gobernador de Guanajuato, Miguel Márquez, por ejemplo, decidió bajarse el sueldo, en un 16 por ciento. Su gabinete se lo bajó solo un 8 por ciento.
La acción tiene como motivación, desde luego, el agradar al pueblo, ante el enojo por el aumento a la gasolina. En Guanajuato además se han implementado una serie de medidas de austeridad, como el que los funcionarios tengan que pagar su celular. Eso es populismo. Ni siquiera son acciones de fondo que representen ahorros importantes. Son pequeñas acciones destinadas a impactar en la ciudadanía.
El gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, por su parte, presentó una iniciativa de ley para eliminar las prerrogativas a los partidos políticos en año electoral. Eso es populismo. La propuesta ni siquiera es seguro que pase en el Congreso del Estado, pero el gobernador ya medio quedó bien, haciendo la propuesta.
Nadie quiere pagar el costo político. Los gobernantes tratan de librarse del quemón popular por el incremento de la gasolina.
Nadie se salva de las mentadas por los incrementos. Así que es momento para anunciar ahorros y tratar de librarla. Así que hoy por hoy se vale proponer medidas de austeridad y ahorro, con tal de atraer a las clases populares. No por nada la palabra del año fue populismo.
pablo.carrillo@milenio.com
