Durante mucho tiempo, ingleses y franceses se enfrentaron por dominarse entre ellos; durante esta disputa involucraron a gran parte de Europa.
Esta batalla duró tanto que se le denominó “La Guerra de los Cien años” (1337-1453). Al principio los ingleses dominaron fácilmente al pueblo francés. Pero en el año de 1412 nació una niña que cambiaria el curso de la historia.
Su nombre era Juana; los padres eran campesinos muy humildes. Juana nunca aprendió a leer ni escribir; era “llenita y morena” de ojos profundos de tono azul.
A la edad de los 13 años empezó a escuchar voces “divinas” que le ordenaban liberar a Francia de la opresión Inglesa: “Debes tomar el estandarte de Dios y liberar al pueblo francés”.
Con este encargo se dirigió a la corte francesa y habló con Carlos VII; para lograr llegar a este rey sin corona, tuvo que disfrazarse de hombre y cortarse el pelo como tal.
También fue sometida a un examen ginecológico para demostrar su virginidad; probando así que no estaba “poseída por el demonio”.
Juana empezó su batalla armada; y para sorpresa de muchos, logró ganar varias batallas, hasta que cayó prisionera por las tropas de Borgoña quien la entrego a los ingleses.
Luego fue sometida a la corte de la Inquisición que la acusaron de herejía; los inquisidores preguntaron a Juana ¿qué sucede?
Y Juana respondió que ella podía hablar directamente con Dios; y que cuando eso sucedía, escuchaba campanas y el cielo brillaba.
Eso bastó para condenarla a la hoguera; en pocas horas el cuerpecito de Juana de Arco, de tan solo 19 años, se convirtió en cenizas. Hoy sabemos que este tipo de alucinaciones místicas se deben a Epilepsia del lóbulo temporal del cerebro.
Finalmente el pueblo francés alcanzó su independencia. Fue la Epilepsia de esta Joven la que inició la liberación de los franceses; pero también fue la Epilepsia la que les dio lo necesitaba la Santa Inquisición para quemarla viva.