Muy a propósito de la fiesta americana del Halloween y las ya tradicionales celebraciones de disfraces, me viene muy bien recordar una máxima de la honestidad: fuera máscaras.
Si me preguntaran ¿de que me voy a disfrazar este Halloween? mi respuesta sería, del auténtico Omar, despojándome de todos los disfraces y máscaras que he desarrollado durante mi vida y mostrando mi verdadero yo, con honestidad y rectitud.
Me parece que ese disfraz quizás no sea muy popular, pero si pudiera resultar muy difícil de conseguir por tantas armaduras con las que los seres humanos vamos caminando en nuestras vidas.
El hecho de tener que despojarnos de tantos trajes que hemos usado, para sustituirlos por el del auténtico yo, sin fantasía ni exageración, eventualmente causaría dolor y confusión porque en la puesta en escena de nuestra historia hemos diseñado tantos personajes para tan diversos episodios que, se nos olvida quienes somos de verdad.
Recuerdo mis años en Alcohólicos Anónimos cuando al pasar a tribuna me gritaban: fuera máscaras. Era una formal invitación a dejar de mentir, de guardar las apariencias y de querer convencer a los demás con mis palabras o con mi “cara bonita” para encontrar en la honestidad y la sinceridad dos ingredientes elementales para encontrarme conmigo mismo.
Dejar de culpar a los demás, evitar mostrar el cobre en situaciones que me ponen al descubierto y, sustituir la simulación por la verdad, es un trabajo que requiere mucho trabajo conmigo mismo.
Que sea yo mismo quien aprenda a mostrarme como soy, con mis defectos y virtudes, en lugar de que sea la vida la que en alguna situación incómoda me retrate de cuerpo completo, muchas veces, sacando mi peor versión que por tanto tiempo quise esconder.
Así que, en estas fiestas y de ahora al fin de año, fuera máscaras, practiquemos ser quienes somos en realidad.
