Dijo esta semana el Presidente de México que, de cara al covid-19, dar a los trabajadores licencia con goce de sueldo a fin de evitar el contagio “es como ir a la iglesia, y confesar y comulgar cien años”. La declaración es torpe —otorga a la religión el monopolio del bien; consigna los ritos del cristianismo como única avenida a la redención; reduce la adopción de valores éticos al despliegue de comportamientos que pueden ser observados de manera mecánica— pero siquiera no resulta perniciosa. Su fraseo puede escandalizar a los ateos que nos formamos al amparo de los valores de la Ilustración y que consideramos que razón y conocimiento son lo que debe normar la actuación de un gobierno pero al menos persigue un fin deseable: que más mexicanos conserven su ingreso pese al confinamiento sanitario.
Más preocupantes resultan otros dichos del Presidente y sus cercanos en estas semanas: asumir que el jefe del Estado mexicano es inmune al contagio por su “fuerza moral” y su “honestidad” y que derrotará un virus potencialmente letal con amuletos y estampitas; sugerir que hay un ethos nacional que nos hace “muy resistentes a todas las calamidades” y que lo que protege a “nuestro pueblo” es ser “poseedor, heredero, de culturas milenarias”; comunicar que el covid-19 es amenaza sólo para “los ricos” y que los pobres serían “inmunes” a su efecto. Obligan a resignificar aquella declaración sobre la asiduidad a la iglesia.
Ante una crisis sanitaria que sólo la ciencia puede atender, el presidente exhibe orondo desdén por ella, abraza un misticismo anticientífico que asume que valores no exentos de contradicciones —la fe cristiana, la identidad prehispánica, la pobreza ennoblecida— operarán un milagro que nos proteja de la enfermedad, a la manera de los que presenta la serie La rosa de Guadalupe, ejemplo de ésa televisión para gente “muy jodida” por la que propugnaba Emilio Azcárraga Milmo “para sacarla de su triste realidad y su futuro difícil”.
Ignoro las creencias profundas de López Obrador. Pero hay en su discurso en esta crisis algo de ese espíritu: política para jodidos, magia prefabricada para distraer de la realidad.