Desde el pasado 18 de marzo, a mi mujer, con la que vivo confinado, le doy besos de todo tipo, aunque rara vez como saludo —rara vez nos reencontramos pues rara vez nos separamos—, y cuando esto llega a suceder son en la boca; así, la única persona a la que saludo de beso en la mejilla desde entonces es mi madre, confinada también, a quien visito una vez por semana.
En otros tiempos para un mexicano esto habría sido rarísimo. Antes, como muchos, saludaba de beso a toda mujer que me fuera formalmente presentada —incluidas algunas que minutos antes me eran desconocidas— y a un porcentaje significativo pero menor de los hombres con que trataba, fácilmente identificable: mis amigos y parientes más cercanos.
Tales prácticas hacían de mí un típico producto de mi nacionalidad, entorno social y generación: cultivaba la calidez latina (americana o europea) de saludar a todas las mujeres de beso, y observaba la costumbre específicamente latinomericana de no andarse dando besos entre hombres, aunque la subvertía parcialmente —y es aquí donde entran las mores generacionales con su menor carga discriminatoria y su mayor seguridad sexual— al prodigar besos a ciertos hombres a manera de saludo como marca de distinción afectiva.
No que pensara el asunto antes de la pandemia; si lo hago hoy es porque sé que, entre las costumbres que habrán de cambiar con el nuevo paradigma sociocultural, se cuenta esta. Ignoro cómo será pero me permito especular: es improbable que el saludo de beso indiscriminado a toda mujer —sea de hombres o de otras mujeres— sobreviva. Volveremos a besarnos, sí, pero solo entre personas cercanas —justo como hacíamos entre hombres en mi generación y las que le siguen—, sin importar el género.
Me parece uno de los pocos saldos positivos de esta experiencia: limitar el saludo de beso a los seres queridos nos liberará al fin de atavismos de género, devolverá al ritual cotidiano su significado afectivo profundo: te beso porque te tengo cariño, no por un formulismo vacuo.
(A unos pocos de los que leen esto, les mando un beso; a los demás, saludos cordiales. Es la próxima normalidad).
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