A menos de un mes de las pasadas elecciones, las fuerzas del país se relajaron, pero no para bien.
Pareciera que el común denominador del resultado es la insatisfacción, pues hasta los que sorprendieron con sus votos no pueden aceptar que avanzaron y se refugian en la impugnación, porque de lo contrario, aceptar, podría considerarse traición.
Es el país de las victorias pírricas y una mayoría legislativa agazapada: el problema es que no saben qué hacer con ella y mejor se escurren, haciendo de su victoria un hecho vergonzante.
Nada para nadie. Los impugnadores del proceso quedaron con las manos vacías; los llamados a cuestionar todo no dejaron saldos organizados y solo los que perdieron el registro les acusan de sus derrotas.
Las nuevas mayorías no saben hacia dónde decidir y, mientras tanto, las contradicciones nacionales se acumulan por la paralización del sopor poselectoral, que cobra vesículas biliares luego de la tensión y las jornadas de insultos, incapaces de generar consensos y alternativas.
Pese a esta calma, este es un momento peligroso para el país, pues la confusión continúa y se profundiza, que tampoco llena el 2018 como oferta, pues el presente sigue sin que haya respuestas.
En el campo electoral, como en los de la guerra, solo han quedado los gemidos y los reclamos de unos a otros. Los “triunfantes”, a falta de nuevos enemigos, empiezan a dividirse y radicalizarse, pues más allá de sus obligaciones, la mirada está puesta en una meta máxima, ante la imposibilidad de reconocer avances y la incapacidad de cumplir responsabilidades adquiridas.
Los derrotados no quieren hacer balance; no quieren aceptar y han preferido retirarse. No hay argumento de diagnóstico que recoja nadie, porque nadie oye y se espera mejor que todo fracase.
A casi un mes de la disputa electoral, el país está agotado de sus spots y matanzas. Sin embargo no se siente recomposición y perspectiva, sino tensión y desasosiego.
En septiembre vendrán los rituales políticos e históricos de los que ahora nos van a representar. El error repetido y general es que de nuevo se prepara una agenda nacional, al margen de la sociedad que les votó y designó.
Tras lo vivido en 2014 y lo que llevamos de este año, el sistema de partidos siguió intacto, indolente y satisfecho, reconstituido, pese al descontento que le ha cuestionado.
Todo lo que se dijo entre contendientes a casi un mes, es un asunto del pasado y nos da a entender que aquí no ha pasado nada.
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