Para millones de familias mexicanas, esta será una Navidad distinta. No por elección, sino por obligación. En los hogares donde mamá y papá hacen cuentas todos los días, el cierre del año llega acompañado de preocupaciones que poco tienen que ver con listas de regalos y mucho con sobrevivir: la carestía que no cede, el empleo que no alcanza, la inseguridad que no da tregua y un futuro que se percibe cada vez más incierto.
Los datos son contundentes. Los precios de los alimentos han crecido muy por encima del ingreso de las familias. El empleo formal no crece al ritmo que se presume y muchas personas han tenido que recurrir a la informalidad o incluso a retirar recursos de su Afore para cubrir gastos inmediatos. A eso se suma el deterioro de los servicios públicos y una violencia que obliga a vivir con miedo. Todo ello impacta directamente en la mesa familiar, en la tranquilidad del hogar y en la posibilidad de planear.
Frente a esta realidad, resulta ofensivo escuchar discursos triunfalistas desde el poder, mientras una élite política vive ajena a los sacrificios cotidianos de quienes sostienen al país con su trabajo. México no necesita relatos cómodos, necesita resultados. No necesita que se celebre la pobreza, sino que se combata con crecimiento, empleo y oportunidades reales.
Aun así, incluso en medio de la dificultad, las familias mexicanas muestran una fortaleza admirable. Ajustan, priorizan, se apoyan entre sí. Esa capacidad de resistir es también la base para construir algo mejor. Porque una nación más próspera sí es posible: una donde el trabajo rinda, donde emprender no sea un acto heroico, donde el gobierno facilite en lugar de estorbar, y donde la prosperidad no sea privilegio de unos cuantos.
Esta Navidad será, para muchos, austera. Pero no tiene por qué ser vacía. Que sea un tiempo para reencontrarnos, para valorar la presencia de quienes amamos y para recordar que este país vale la pena. A las familias mexicanas, nuestro deseo honesto: que, pese a todo, puedan compartir la mesa, el abrazo y la esperanza. México es más grande que sus malos gobiernos, y su futuro empieza en cada hogar. ¡Feliz Navidad!