Claudia Sheinbaum cumplió un año en la Presidencia de la República.
Llegó al cargo sabiendo que Obrador no sólo le entregaba la banda presidencial, sino también el desastre que dejó tras de sí.
Las grietas heredadas fueron muchas, pero dos son las más profundas: una deuda prácticamente duplicada y el huachicol, tanto físico como fiscal.
La deuda pública es, sin duda, una losa pesada. Durante el gobierno de AMLO creció 68%, sumando 7.19 billones de pesos al compromiso financiero del país.
Hoy, las obras y programas sufren las consecuencias del intento desesperado de la nueva administración por contener el déficit.
Pero si la deuda es un obstáculo enorme, el huachicol resulta todavía más devastador: un verdadero desangramiento nacional.
Durante el sexenio pasado, México perdió más de 708 mil millones de pesos por huachicol físico y fiscal. De los cuales 600 mil millones ya fueron reconocidos por la Procuraduría Fiscal.
¿Qué significa esa cifra en la vida real? Con ese dinero se habrían podido construir 1 millón 416 mil viviendas de interés social; cubrir durante un año los gastos básicos de 12 millones de familias.
En pocas palabras: cada hogar de México pudo haber tenido un respiro económico… pero esos recursos terminaron en manos del crimen y de la corrupción.
El costo no fue sólo financiero. El huachicol también cobró vidas y cedió control territorial al crimen organizado, como lo demostró la tragedia de Tlahuelilpan, Hidalgo en 2019.
A pesar de ello, Obrador repitió hasta el cansancio que el problema estaba resuelto.
Y ahora, en su primer año de gobierno, Sheinbaum ha confirmado la sentencia de impunidad para su padrino político: no habrá investigaciones contra el tabasqueño, ni contra sus hijos, ni contra sus colaboradores más cercanos.
La herencia, entonces, no se limita a la deuda ni al huachicol, sino también a la impunidad que lo cubre todo.
México perdió recursos, vidas y oportunidades.
Pero el expresidente y los suyos seguirán siendo intocables.
Mientras este pacto de protección no se rompa, la historia se repetirá una y otra vez: herencias envenenadas, cargas imposibles y un presente hipotecado por la corrupción y los malos manejos del peor presidente de nuestra historia.