Política

Tolerancia y clemencia frente al mal social

  • Entre ciudadanos
  • Tolerancia y clemencia frente al mal social
  • Ma. del Carmen Platas Pacheco

Parte de los deseos de la humanidad —siempre incumplidos e insatisfechos— es el anhelo de la dinámica social sin conflicto, en armonía. En 1995, la ONU proclamó el "Año internacional de la tolerancia", precisamente con ocasión de los 50 años de los campos de exterminio en Auschwitz y de las bombas nucleares sobre la población de Hirosima, porque, a pesar de las atrocidades vividas, la humanidad ha continuado su tránsito rompiendo el compromiso del "nunca más" que hizo nacer esa organización en 1945, tal como ocurre ahora en tantos dramas humanos e injusticias que sufren millones de personas en todos los continentes, en obligada migración, donde ciertamente las mujeres, los ancianos y los niños son quienes padecen en mayor medida los horrores de la explotación, la tortura, la violación y la deportación; en este contexto vale la pena preguntar ¿en verdad nunca más?, ¿cómo explicar y justificar lo que ahora ocurre?

La noción clásica de tolerancia política ofrece una gran complejidad en su comprensión; se define como "la acción de gobierno consistente en permitir el mal sin aprobarlo". Ya de entrada es evidente que el concepto ofrece dos significados en clara oposición: de un lado, al permitir el mal se hace presente la diversidad de posturas y de propuestas existentes en el seno de lo social y que deben ser respetadas porque forman parte del derecho humano a la libre expresión del pensamiento, pero también la tolerancia supone que quien gobierna no tome partido ni postura por ninguna como signo de aprobación.

La delgada línea que separa la tolerancia de la intolerancia se llama derechos humanos, y quizás ése sea el problema de fondo. El núcleo de aquello que puede ser permitido o reprimido debe tener como referente la dignidad de las personas, de manera tal que para ser reales, el pluralismo y la tolerancia exigen claridad y aceptación mundial sobre el contenido y las implicaciones de aquella Declaración Universal de los Derechos Humanos, suscrita en 1948.

En su "Tratado de la clemencia", texto que le escribe a su ex alumno Nerón, el filósofo estoico Séneca dice que el gobernante debe ejercer su poder con clemencia, es decir, con tolerancia, porque la clemencia no es compasión o capricho, sino expresión de razón, razón de estado.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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