Ciencia y Salud

Barrera para la comunicación

  • Para Reflexionar
  • Barrera para la comunicación
  • Luis Rey Delgado García

Nada caracteriza tanto nuestra época, en contraste con todas las anteriores, como la difusión instantánea de los más variados tipos de información a todo el planeta: satélites transmisores, redes internacionales de computación, radio programada e independiente de onda corta, teléfono celular, diarios y revistas internacionales. 

Un hecho es conocido en todo el planeta escasos segundos después de acontecido.

Parecería, por estos datos, que estamos comunicados en exceso. ¿Por qué entonces científicos, filósofos y pensadores aseveran que el síndrome de nuestra época es la soledad? Hombres, mujeres, niños y ancianos en todo el mundo sufren de soledad en las ciudades y centros urbanos más poblados. 

Parecería una paradoja que inundados por los medios masivos de información, vivamos tan aislados unos de otros. 

Bombardeados literalmente por mensajes continuos muchos seres humanos se sienten profundamente incomunicados.

Obviamente no es lo mismo enviar y recibir información que comunicarse y, menos todavía, recibir pasivamente cantidades masivas de información. 

Tal vez la barrera más grande de la comunicación sea pensar que para que la comunicación exista, sólo se necesita un emisor, un mensaje y un receptor.

Para que exista una genuina comunicación se necesita primero un receptor activo que al mismo tiempo sea transmisor de que está captando y entendiendo el mensaje recibido y transformándolo en algo propio, y un emisor que capta al mismo tiempo que emite si está siendo entendido por el otro y modifique su mensaje para facilitar su captación.

Comunicarse es ante todo, escuchar. Por esto probablemente existen tan pocos comunicadores; porque comunicarse es primero y básicamente, recibir activamente comprendiendo, apropiándose la realidad del otro y transformándola en propia. 

Sólo un receptor profundamente atento a su interlocutor puede producir un mensaje verdaderamente significativo. 

Hay pocos comunicadores genuinamente interesados en el mensaje que viene de un interlocutor, es decir, capaz de escuchar.

La mayor parte de los así llamados comunicadores y diálogos sociales, educativos y aún científicos, son monólogos disfrazados de interacción, son torres de marfil emitiendo cada una sus mensajes individuales. 

Cada una tiene un mensaje que transmitir (para él o para ella) único importante y sólo espera a que los demás terminen para lanzarlo. 

La mayor parte de los participantes no escucha. Pocos escuchan con algún interés por aprender.

Algunos escuchan con atención para juzgar y enjuiciar lo escuchado y otros pocos excepcionalmente escuchan poniéndose “en la piel” o “en los zapatos” de quien habla y aprenden de lo escuchado para finalmente emitir un mensaje auténtico y honrado sobre lo que acaban de aprender.


luisrey1@prodigy.net.mx

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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