Política

Escuela: la bella durmiente despertó en harapos

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No mintió Delfina Gómez, secretaria de Educación Pública: solo 45 por ciento de las escuelas estaban en operación el lunes, el tan cacareado 30 de agosto. No mintió, pero tampoco explicó en la mañanera del martes qué pasaba con el resto. Ni el Presidente el miércoles en su informe.

Hay que entender que simplemente no estaban listos.

La autoridad educativa, con todas sus ramificaciones, no fue capaz de gestionar durante el cierre ni el mantenimiento de las escuelas ni la correcta preparación del regreso.

Precisamente a eso nos hemos referido tantas personas al decir que la educación mexicana no solo cerró sus puertas, sino que se echó a dormir; dio ejemplo de obediencia ciega y cómoda ante las decisiones del gobierno federal en voz de Moctezuma el hipnotizador: “Hasta que aparezca el semáforo verde”. Nadie cuestionó. Nadie argumentó en su momento, como se hizo en tantos países, que la educación era una actividad esencial.

El ciclo escolar 2019-2020, antes de la pandemia, comenzó con 232,876 escuelas (198,348 públicas y 34,528 privadas). Este año, solo despertaron a tiempo 119 mil públicas. Ni la mitad, pues, aunque la semana pasada, la titular de la SEP había asegurado en Veracruz que contaba ya con el noventa por ciento de los planteles en el país.

Claro, no es fácil sacudirse la modorra después de dieciocho meses de siesta. Uno se pregunta si creen que las cosas se componen a palabrazos. O si se puede mantener el espíritu educativo en un país si desde dentro se considera como tarea secundaria. O si un sistema tan complejo de autoridades, docentes, padres y estudiantes se puede apagar como se apaga la luz, sin haber mantenido abiertos los espacios para que los últimos tocaran base, aunque fuera de tres en tres; para que alguien se diera cuenta y señalara que faltaba agua, mobiliario o limpieza para el retorno y que estaban perdiendo alumnos que sería en extremo difícil recuperar…

Porque hace falta lo peor. Hace falta saber con precisión cuántos educandos no regresarán ya a la escuela. Hace falta saber quiénes son y cómo será la vida de estos cinco millones que están ya fuera de sistema, según los cálculos del Inegi.

Y hace falta saber en qué condiciones llegarán los que sí regresarán después de año y medio de estar en sus casas, con qué lagunas, con qué necesidades específicas en lo académico y en lo afectivo.

Once millones de escolares asistieron al inicio de cursos, dijeron. Hace dos años, antes de la pandemia, comenzaron el ciclo 24.5 millones. Otra vez, ni la mitad.

Es claro que un número de madres y padres decidieron que sus criaturas continuaran bajo esquemas no presenciales, porque piensan que ellos les pueden ayudar para que continúen su educación en casa y sin riesgos. Qué bueno: incluso eso hará posible que las escuelas estén menos saturadas durante el nuevo periodo de reapertura. Pero, para la mayoría, simplemente no hay todavía escuela.

Y a todo esto se sumará el hecho inevitable de que, aquí y en China, la escuela post pandemia no podrá ser ya la misma. Los expertos lo tienen más que claro. Solo que si la locomotora no está encendida, podrán decirlo mil veces: no pasará gran cosa.

¿Será posible que el interés por la educación se

recupere?


Luis Petersen Farah

luis.petersen@milenio.com

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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