Política

Anaya: lo que parece

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Eso parece. No se puede saber si en realidad lo que busca AMLO sea descarrilar de sus aspiraciones presidenciales a Ricardo Anaya, como éste afirma y aquél niega.

Sin embargo, parece. Y lo que parece es clave en el teatro de la política: es demasiado el tiempo mañanero dedicado a Anaya, precisamente a él y no a otros que estarían en una situación similar.

El tono del Presidente ha sido de abierta confrontación, como si fueran los capítulos dos y tres de aquel debate presidencial, escritos por un guionista que no halla cómo terminar. Como si algo hubiera aún por ganar.

El tono de Anaya, quién lo duda, es el del candidato altanero, perfil ya conocido, que no responde al presidente sino a “Andrés Manuel”, que sabe que la mejor defensa ante sus propios pecados es el ataque y sabe que sus numerosos (y rudos y divertidos) memes lo dejan en cualquier posición menos la de pasar desapercibido.

Ni su libro ni sus giras posderrota le habrán dado tanta visibilidad como convertirse unas horas en el enemigo número uno de AMLO. Sin duda el pleito acabará poniendo en la mesa de debate algunos de sus propósitos para México. Y, sí, en medio de la pobreza de ideas que ha caracterizado a la oposición este sexenio, Anaya tiene posibilidades de sobresalir.

Además de su vistosa fuga, es el único de los candidatos de 2018 que ha mantenido su interés por llegar a la Presidencia. Y es el único que ha intentado buscar los ingredientes de una solución alterna para el país.

En El pasado, presente y futuro de México, publicado hace un año con una rara portada en la que aparece su rostro como estrellado, Anaya, además de enfrentar a López Obrador, insiste en los temas de su partido: en la necesidad urgente de fortalecer las policías civiles para ir regresando al Ejército a los cuarteles, por ejemplo.

Su perspectiva cambia al tocar la desigualdad y la pobreza. En el edificio mexicano resulta “que los mil 250 habitantes del penthouse tienen ingresos por más de 25 millones de pesos al mes, en promedio por hogar”. Eso significa que ganan al menos 8 mil 415 veces más que los de la planta baja.

Y vuelve, con más fuerza que en la campaña presidencial, a su “propuesta revolucionaria”: la polémica idea del Ingreso Básico Universal (IBU). “Es una forma de seguridad social en la que todos los ciudadanos reciben una cantidad de dinero de manera incondicional”. El IBU, comenta, “erradica la pobreza, reduce la desigualdad, elimina el estigma que pesa sobre los beneficiarios de los programas sociales, acaba con el clientelismo, promueve el espíritu emprendedor, ayuda a los más pobres a tomar mejores decisiones y mejora la salud de las personas”. Además, “estimula el crecimiento económico y ayuda a que todos los mexicanos sean sujetos de crédito, a que se puedan incorporar a la economía formal y a que se valore el trabajo que normalmente no se paga”.

Propone una transferencia de mil 500 pesos mensuales por adulto, que en una primera etapa sería de mil pesos, con un costo de 986 mil millones. Una parte saldría de los programas sociales existentes. La otra, de una reforma fiscal, pero “bien planteada”.

Todavía hoy, lo que le pasa a Anaya puede ser ventajoso para él. En una de esas, le funciona.


Luis Petersen Farah

luis.petersen@milenio.com

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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