Tomando la definición más amplia, podemos decir que el riesgo es la posibilidad de que lo que teníamos pensado que iba a pasar, no pase. Si aceptamos esa definición, burda por su generalidad, entonces tenemos que aceptar la existencia de un escenario base, es decir, de lo que pensamos que es más probable que suceda. En ese sentido, pensar en el riesgo es entretener la idea de que nuestro escenario base no se cumpla, o sea, que se concrete una visión distinta a la “más probable”. Así, este ejercicio es un ejercicio de escenarios, un ejercicio de “qué pasaría si…”. Para los que a esta altura no me han entendido, los 3 riesgos que estoy por mencionar no son mi escenario base, sino un ejercicio de flexibilización mental para lograr tener una visión más amplia de lo que podría suceder en 2026. Dicho esto, permítanme explicar lo que, creo, serán los 3 grandes riesgos para la economía y el inversionista, global y mexicano, durante el siguiente año.
El primer riesgo es que efectivamente estemos en una burbuja de IA, y explote. Independientemente de lo que pueda llegar a pasar con las valuaciones en los mercados, y los portafolios de inversión, el riesgo real está en la inversión física. Típicamente, la economía de Estados Unidos se sostiene por el consumo de los agentes económicos: ¡el consumo representa alrededor de 70 por ciento del PIB! Si el consumo se desacelera, la economía se desacelera. Sin embargo, a pesar de que en 2025 se ha experimentado una desaceleración general del consumo, el crecimiento aún permanece fuerte. ¿Por qué? Por el exceso de inversión que ha habido en el rubro de “inversión no residencial” explicado, en su mayoría, por el despliegue de Capex que han tenido las grandes empresas tecnológicas en IA. De hecho, en la última encuesta global de Bank of America, el consenso de los inversionistas globales es que, por primera vez en más de 20 años, existe una sobreinversión en Capex, lo cual ha apuntalado el crecimiento económico. Sin embargo, si la burbuja explota, el Capex se detendrá en seco y, junto con la ralentización del consumo, podría traer una recesión en Estados Unidos y una desaceleración en el crecimiento global en algún punto de 2026.
El segundo riesgo es una segunda ola inflacionaria en Estados Unidos, esta segunda ola no necesariamente será tan agresiva como la observada en 2022, cuando la inflación llegó a 9.1 por ciento. Sin embargo, si la inflación se reacelera por encima de 4 por ciento (la cual lleva acelerándose de 2.3 por ciento en abril a 3 por ciento en septiembre), crearía una distorsión bastante fuerte en las expectativas y los activos de riesgo. De las últimas 28 correcciones (desde 1964), el catalizador de 14 de ellas ha sido tasas más altas. Obviamente, si la inflación se acelera, la Fed tendrá que cambiar su narrativa de recorte cauteloso de tasas, a una pausa o, incluso, a modificar el sentido del ciclo monetario y empezar a elevarlas. Este escenario sería el más disruptivo para prácticamente cualquier activo: una corrección, o hasta un bear market, podría esperarse en los mercados accionarios, y una subida generalizada en la curva de tasas también. Estaríamos frente a 2022 de nuevo, aunque en menor escala, en donde el único activo de refugio sería la deuda de muy corto plazo.
El tercer riesgo es un riesgo más enfocado a México, y se debe ver en términos relativos. Los fundamentales macroeconómicos en México han visto un deterioro en los últimos años (no es en vano que las 3 grandes calificadoras globales nos hayan bajado la calificación entre 1 y 2 veces), y si bien también ha habido un deterioro en la percepción del inversionista global hacia el país, dicha percepción no se ha deteriorado tanto como debería. ¿Por qué? Porque los fundamentales de nuestros pares se han deteriorado aún más. A eso me refiero con que es un riesgo de óptica, y debe verse en términos relativos. Sin embargo, a finales de 2025 (Chile) y en 2026 habrá elecciones presidenciales y legislativas en varios países en Latam (Costa Rica, Colombia, Perú y Brasil), y si bien la izquierda ha dominado durante los últimos años en la mayoría de los países, se prevé que la derecha retome fuerza e, incluso, desplace a las ideologías de izquierda en varios de estos países. En términos relativos, eso podría quitarle foco a México de entre sus pares, volviéndolo menos atractivo para el inversionista global. Como evidencia anecdótica, en octubre, durante los eventos organizados alrededor de la reunión anual del FMI en Washington, hubo un día dedicado a los bancos centrales de Latam, con participación de 1 hora para cada uno de ellos. De todos los paneles, el que menos gente reunió fue el mexicano, y los que más reunieron fueron el colombiano y el argentino. El foco de atención podría estar moviéndose fuera de México, lo cual podría resaltar el deterioro fundamental que el país ha tenido en los últimos años, quitándole sex appeal al activo mexicano.
Si bien estos 3 riesgos son algunos de las muchas desviaciones del escenario base que se pueden presentar a lo largo del 2026, es importante notar que no son los únicos. En ese sentido, es de suma importancia tener la flexibilidad mental para ir incorporando nuevas realidades conforme se vayan desarrollando para poder ejercer una toma de decisiones dinámica e informada.