La capacidad de reinvención de Miguel, reitero, no es poca cosa. Pues requiere de un autocontrol férreo para mantener los pies sobre la tierra y evitar, a cada instante, la tentación de la soberbia que, como serpiente demoniaca, ha seducido y destruido políticos e intelectuales a lo largo de la historia.
De ahí surgen, como consecuencia, su sentido de la prudencia, la diligencia y la cautela para ejercer su poder con precisión calculada y quirúrgica. Sin estridencias o parafernalia alguna.
Riquelme vertió esas cualidades de su personalidad política para afirmar su eficacia y eficiencia como estratega electoral: ganó carro completo en el Congreso Local (2020) y 25 municipios de 38 son tricolores (2021).
También, para fortalecer su relación con los distintos grupos políticos de los ex gobernadores, desde Eliseo Mendoza hasta Rubén Moreira, sin compartir un ápice de poder con alguno de ellos.
Y, finalmente, para blindar de la 4T, la economía y la seguridad pública de Coahuila.
Por ello la pregunta: ¿Porqué algunos políticos priistas –“amigos” de Riquelme- insisten en cansar al amigo y al caballo o, dicho en otras palabras, intentan debilitar -con sus caprichos y desvaríos- la fortaleza e inteligencia políticas de un gobernador que arriba más sólido que cualquiera de sus antecesores a su quinto año de gobierno y qué sólo busca dejar un priista en la gubernatura del estado en 2023?
¿Acaso -esos “amigos”- no habrán visto venir el coscorrón que pulverizará sus vidas políticas para dejarlos, en medio del desierto, solos y abandonados?
¿O pensarán, ilusamente, que Miguel no pone límites y, por tanto, no ejercerá su poder con la precisión y temporalidad requeridas?
Nota: El autor es Director General del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución.
