El Tenis, ese deporte cada día más popular, tuvo al parecer su origen en la Francia del siglo XI, conocido como: “Jeu de paume” (Juego de palmas), pues se jugaba no con raquetas, sino con las manos en espacios cerrados de patios y paredes de monasterios.
A fines del 1800 fue adaptado en Inglaterra como “Sphairistik”, (del griego: Arte de jugar con la pelota), ya como una versión temprana del tenis moderno, sobre césped, al aire libre, con red y un reglamento formal.
No es de extrañar que un juego resultado de esta diversidad de prácticas deportivas en épocas y geografías tan diferentes, haya adoptado también un curioso modo de conteo para definir ganador: una secuencia de 15, 30, 40 y gane (siempre que haya una diferencia de 2 a favor).
Sistema que proviene del mismo formato sexagesimal de los primeros relojes, con 15, 30 y 45 minutos, aunque el 45 se suplió luego por el 40, se dice que por la simple aplicación pragmática inglesa de “economía del lenguaje”.
Sin abundar en más antecedentes sobre este demandante deporte y para los fines que persiguen estas líneas, basta con saber que en teoría el juego perfecto para un tenista sería el de ganar 6 a 0, o sea 6 juegos ganados y todos perdidos por el contrario, cosa muy difícil que suceda sobre todo si se trata de un partido a 2 de 3 “sets”, toda vez que como en todos los deportes, la final suele disputarse entre los vencedores de un previo y largo proceso de eliminación, lo que sugiere una calidad de juego similar.
Y sin embargo sucedió y justamente fue en la llamada catedral del tenis: Wimbledon, donde hace 148 años un 9 de julio de 1877, se inauguró ese torneo como la versión inglesa del tenis.
Ahí, en la exclusiva cancha #1, la polaca Iga Swiatek y la estadounidense Amanda Anisimova, protagonizaron algo que fue más que un mero encuentro deportivo, una dramática experiencia donde esa fragilidad emocional que se esconde en nuestra naturaleza humana, aniquiló 6-0, 6-0 a una de ellas, ante un público atónito, al que no le es fácil comprender, lo delgada que es la frontera entre el triunfo y el fracaso.
