Pasadas las convenciones y formalizadas las candidaturas de Joseph Biden y Donald Trump, las estrategias de cada partido han quedado delineadas. Y a juzgar por lo que atestiguamos, la desconexión entre las realidades de cada partido es casi absoluta; como si vieran y les hablaran a dos países distintos.
Como nunca antes, los estadunidenses asocian el desenlace de la elección con el rumbo de su país. Mientras en 2000 casi la mitad de los electores pensaba que no habría gran diferencia con uno u otro presidente, ahora más de 80 por ciento afirma que el resultado será decisivo para la nación (Pew Research Center, 13/08/2020).
A juzgar por las convenciones, mientras los demócratas han puesto la pandemia y las desigualdades raciales en el centro de su agenda, para los republicanos el coronavirus pareciera ser cosa del pasado y las protestas raciales, un tema de desorden y criminalidad. Tal es la polarización que, según las encuestas, la principal fortaleza de Biden es no ser Trump. Por ello, en la convención, los demócratas intentaron hacer un contraste entre la decencia de su candidato y un presidente que amenaza la convivencia y la democracia.
Es innegable que Biden es un político de centro y que los demócratas tienen que dirigirse a una coalición mucho más diversa que la que sostiene a su rival. Con todo, en este momento el elemento que los aglutina es precisamente el miedo a otros cuatro años con Trump.
El presidente, por su parte, sabe que depende de una base de votantes blancos que se siente sitiada por las minorías afines a los demócratas. Por ello, alimenta el miedo al caos provocado por algunas protestas y al “socialismo” de sus contrincantes. Y a juzgar por la reacción de Biden de este lunes, cuando tuvo que salir a decir que no es un radical ni aprueba el vandalismo, las acusaciones caen en tierra fértil.
Imposible saber si esa estrategia le bastará al presidente. Lo que es un hecho es que su apuesta por la polarización le ha dado tal solidez a sus apoyos que, aun en un escenario de crisis como el que se vive desde el inicio de la pandemia, nadie puede darlo por descartado en una elección que no solo definirá la presidencia, sino el futuro de esa nación.