Cultura

La justa decadencia de ‘Playboy’

  • Malos modos
  • La justa decadencia de ‘Playboy’
  • Julio Patán

Llego tarde al tema. Hugh Hefner, el creador de Playboy, el que tenía los arrestos de fotografiarse en bata, el de la pipa, el de las fotos con cuatro o seis o siete chicas que nos decían que eran, todas, sus parejas sexuales, murió, nonagenario, hace unos días, justo cuando México luchaba contra dos terremotos y todos los que tenemos el privilegio de publicar en un periódico estábamos concentrados en aportar algo, por escrito, al debate moral, la reflexión histórica, incluso al estado de ánimo colectivo postsismo.

Pero Hefner y su “legado” merecen una reflexión. No sé a ustedes, pero a mí la noticia de su muerte la palabra que me puso en la mente, a botepronto, fue “decadencia”. Había en la revista y el imperio en torno a ella, sí, una decadencia, primero, intelectual. Playboy fue, en efecto, una revista comprometida con el buen periodismo y la buena literatura, pero han pasado años desde que se publicaron ahí los grandes textos de Mailer, Hunter S. Thompson, Updike, Gloria Steinem o de Joyce Carol Oates, como han pasado años desde que la revista pudiera impresionarnos con uno de esos desnudos llamados “icónicos”, tipo el de Marilyn, el de Madonna o hasta el de Pamela Anderson. También hay decadencia en ese terreno. En cambio, los años le han pasado factura por varias razones. Una es la sexualidad, claro. No es lo mismo desafiar al establishment con su pudibundez en los 60 que patear el pesebre en la era de internet, cuando el porno es la industria madre y las chicas compiten por superar, quiero decir físicamente, “proezas” sexuales, o sea prácticas extremas, que resulta difícil hasta imaginar.

Pero la razón más importante es la manera en que Hefner representaba y por lo tanto entendía a la mujer. Playboy creció como un bastión de los derechos civiles y la libertad sexual. De acuerdo, siempre que hablemos de los derechos civiles al margen del feminismo y de una libertad sexual plenamente masculina, mucho decir. No hay manera de ver un baluarte igualitario en las chicas vestidas con orejitas y bikinis, o en los performances del Hefner ya mayor que se exhibía con sus novias o parejas o esposas en plan de garañón alivianado. Hefner fue un machín con humor y juego de cintura, pero un machín. No hay en Playboy una brutalización sexual del cuerpo femenino como en el porno de hoy, pero en las fiestas de la “mansión” donde iban los ricos a fotografiarse con las chicas hay una mirada condescendiente y una fea utilización de la idea de “feminidad”.

Sí: Playboy merece su decadencia.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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