Lo sucedido en México, durante mis años de existencia, me hace ver que vivir es un permanente aprendizaje, incomparable con nadie ni nada.
Esta primera semana de descanso laboral he caminado la ciudad como nunca, en solitario.
Desde la primera vez que conocí Torreón, y porque las circunstancias lo obligaron, recorrí mis rumbos a pie con aquel ánimo e inocencia al tener apenas 12 o 13 años de edad.
Pero ahora, por el asueto, decidí ir por otros lados, meterme en calles y avenidas que no siempre la cotidianidad permite transitar.
Detenerme en donde yo he querido y ver, ver mucho.
Observar murales, pintas, grafitis, fachadas, puertas, portones, construcciones viejas y nuevas, los cruceros, sus semáforos, escuchar ruidos automotores, o el paso de caballos y mulas jalando sus cargas, a los pájaros, al personal de vialidad. Saber de callejones, de zaguanes, patios de vecindad.
Del gusto de encontrar pequeñas tiendas y misceláneas, modestísimos puestos de comida y tabaretes y toldos como parte del paisaje de la ciudad, o talleres mecánicos, carpinterías, panaderías, o lavacarros.
O muchísimas viviendas hechas de adobe y una inmensa cantidad de banquetas destrozadas por el tiempo.
Viejos árboles que se niegan a morir pese a tantas horas sometidos por el sol y muy poca agua que les refresque.
Creo que hay un exceso de postes de cemento, de tubo o de madera de los que cuelgan cables y más cables de quién sabe qué tantas cosas.
¿Cantinas? Un montón, para toda clase social, e igualmente bebedoras.
Fui por ahí, deambulando, descubriendo una ciudad que decía yo conocer pero que no había visto como ahora, detenidamente.
Cuadra tras cuadra más y más vistas, más rostros, con y sin cubrebocas.
¿Es falsa la pandemia? Por donde caminé, y lo seguiré haciendo, vi a la gente, a la raza, de edades y apariencias que confirman sentir que he formado parte de este Torreón.
Escuchar, sin querer, lo al pasar por donde están dos, tres o más personas platican.
Y tras estas jornadas peatonales, regresar, a pensar y agradecer lo vivido aquí, en Torreón.
Y leer. Sin necesidad de nada más, de nada.
Ni del “horario de verano” ni de campañas electorales, pa’ qué.
ferandra5@yahoo.com.mx