Rojos contra amarillos. Los dos mejores del torneo le hacen honor a tantas cosas raras que inventa el futbol mexicano que es organizado pero se convierte en hereje al momento de establecer quién disputará el honor de ser el supremo, el máximo ganador.
Bendito el América que puede llenarse de gloria eterna y muy merecida la tiene porque ha puesto todo el ejemplo para ser recordado todavía por más tiempo.
En esta organización el dinero funciona y funciona muy bien. No así en el Monterrey.
Toluca por su parte en base a meterle y volver a meter, ya llegó al lugar que pretende recordando aquella final que con dudosas realidades le ganó a Santos hace quince años.
Hoy se dispone a vender caro el chorizo de su ciudad ante unos amarillos que no creen en nadie porque juegan muy bien. Honor a quien honor merece.
Es atractiva la final porque no tiene un favorito con claridad pues se trata del uno contra el dos.
Lo positivo de uno se le puede aplicar al otro sin preocupación alguna.
Lo que presumen y pretenden los amarillos está llegando a su límite. No importa que la “vuelta” sea en el estadio cercano a la gente; lo trascendente es saber jugar adecuadamente la “ida”.
Al ser el uno contra el dos, se lava un poco la ropa sucia de nuestro torneo porque al menos cierta justicia deportiva aparece para que goce gente de muchos lados.
El americanismo no necesita que le expliquen cuáles son sus virtudes.
Los méritos del líder general los abrazan quienes no comparten la dicha de ser amarillo que en consecuencia es el resto.
Bendita final. La más buscada porque además de ofrecer justicia expone que los mejor portados representan a los demás sin permitir que haya algún intruso que cuando ha sucedido, igual se le ha aplaudido, sin importar nombre, colores, o la ubicación geográfica.
El país entero debe saber disfrutar esta semana y tomar partido por alguno.
Al que le vaya encuentra méritos para sostener sus simpatías.
Es momento de regocijo nacional porque la final es el uno contra el dos.