Los nuevos merolicos no tienen el encanto de los que vendían cápsulas de víbora de cascabel, ni saben improvisar como el vendedor de la crema antiarrugas, que dejaba la piel de las doncellas libre de todo mal. Estos merolicos de ahora basan su credibilidad en una especie de ciencia, o mejor dicho, seudociencia.
Como todas las supercherías, se alimentan de la fe y la ingenuidad de sus clientes más que de los hechos reales, no hay estudios serios detrás de sus aseveraciones, no hay investigación ni protocolo alguno.
Lo que ellos dicen es verdad por la simple y sencilla razón de que son ellos los que hablan. Los nuevos merolicos fundaron una ciencia nueva, a la que llaman “lenguaje no verbal” y aseguran que, en sus arcanos, yacen más datos que en las obras completas de cualquier Aristóteles.
Esta ciencia peligrosa incluso ha logrado filtrarse en la currícula de las universidades y se presenta, no como ideología -eso es lo que es- sino como conocimiento.
Esa ciencia nueva es una especie de eugenesia social, un filtro que sirve para descartar todo aquello que no se ajuste a sus estrechas concepciones: el mundo es de los bellos, que se mueven bellamente y hablan con aplomo.
No importa que digas disparates, siempre y cuando los digas con buena entonación; tampoco importa que en el fondo seas un vulgar ladrón, siempre y cuando no te olvides de gastar un buen Armani cuando ejecutes tus golpes al erario: lo importante es el porte, la seguridad en ti mismo.
Supongamos que los supuestos en los que se basa esta ciencia sean correctos y que todos esos detalles a los que uno generalmente no presta la menor atención, son fundamentales en el momento de ser aceptados por los demás, supongamos que esos mensajes sean susceptibles de ser seriamente analizados y que de ellos se pudieran desprender netas enormes sobre quiénes somos.
¿No estaríamos frente a una suerte de nuevos sofistas? Mismos que afirman, orondos, que la sustancia es irrelevante, lo que prima es la envoltura, el amor a primera vista es lo que rifa, aunque el desengaño y el divorcio, nos espere un par de meses adelante.
Juan Casas ÁvilaTwitter: @contraperiplos
