Si creíamos que ya todo estaba dicho sobre el tema automotriz cuando se cerraron las negociaciones del T-MEC entre México, Estados Unidos y Canadá, y una vez firmado y puesto en vigor ya era un acuerdo grabado sobre piedra, les tengo noticias del imperio.
Resulta que a las de por sí ya complicadas reglas de origen que se negociaron en el T-MEC que aumentaron el valor de contenido regional de 62.5% al 75% en los vehículos manufacturados en la región y sobre las cuales el sector está en proceso de reconversión para cumplirlas, ahora vienen otros baldes de agua fría. Por un lado, el gobierno amloísta pretende regularizar más de un millón de autos “chocolates” a los que se les ha permitido su entrada indiscriminada al país y representa un duro golpe a un sector que genera miles de empleos en México y responsable principal de las exportaciones manufactureras de nuestro país, amén de su elevado nivel de inversión extranjera directa que acarrean a México junto con el sector de autopartes.
Pues bien, no conformes con darle de patadas al pesebre y tratar de estrangular a la gallina de los huevos de oro, desde Estados Unidos llega la noticia del incremento a un subsidio para los automóviles eléctricos que, si bien ya existía, se pretende llevarlo hasta los 12,500 dólares, siempre y cuando se fabriquen en Estados Unidos por mano de obra sindicalizada y otra serie de beneficios. La lumbre le llegó a los aparejos a México quien valora las acciones a tomar para frenar o mitigar la iniciativa que estará siendo votada en la cámara alta y que se dice es flagrantemente violatoria del T-MEC.
La ruta es larga y la lucha continúa entre nuestro principal socio comercial que no es nuestro mejor amigo, solo vecinos distantes.
