Se dice que Napoleón Bonaparte dijo aquella frase de que “La victoria tiene 100 padres y la derrota es huérfana”.
Mucho se ha escrito sobre la multimillonaria inversión que Tesla anunció que hará en Nuevo León para la construcción de su gigafábrica para ensamblar autos eléctricos.
Después de una ardua disputa sobre en qué estado aterrizaría la cigüeña con dicha inversión y, luego de un largo suspenso en donde incluso el Presidente advirtió que, de querer instalarse en Nuevo León, el gobierno a su cargo negaría los permisos correspondientes, finalmente fue el estado norteño el ganador según anunció Elon Musk a principios de marzo en Austin, TX. en el marco del “Investor Day”.
A partir de ahí inició otra disputa, ahora política, sobre la paternidad de la inversión y de qué color era la cigüeña que la trajo, unos daltónicos la vieron guinda y otros, naranja. Unos, ipso facto, dijeron que fue gracias al Presidente y a su canciller, los otros se la adjudicaron a SamuElon.
“Haiga sido como haiga sido”, lo cierto es que unos y otros tienen méritos en el tema, pero ninguno puede adjudicarse la victoria total, por la sencilla razón de que al hacerlo así, son harto mezquinos al negarle el mérito a la naturaleza por nuestra posición geográfica, ignoran a gobiernos pasados que generaron condiciones para invertir como el Tlcan.
Pero también le quitan mérito a la gente industriosa y trabajadora de Nuevo León y a su infraestructura, a nuestra cercanía con Estados Unidos -que detestaba don Porfirio - y a sus broncas con China.
Pero además, es un insulto a la inteligencia de Elon Musk porque piensan ingenuamente que un inversionista de su calibre decidió con un volado dónde invertir cuando menos 5 mil millones de dólares que traía en la bolsa.
José Santana Zúñiga