Lo que comenzó como un sueño del desaparecido capo Pablo Escobar, con el tiempo se ha convertido en un serio conflicto. Y no se trata algo relacionado con las drogas; eso es punto y aparte, sino con la proliferación de los hipopótamos. Sí, esos enormes mamíferos semiacuáticos, originarios del África subsahariana, cuyo nombre proviene del griego que significa Caballo de Río, se han convertido en una verdadera plaga.
Hace años, originalmente arribaron a la Hacienda Nápoles, una enorme finca que se halla situada entre Medellín y Bogotá. Dicho lugar contaba con una pista de aterrizaje, una plaza de toros, un parque temático, un zoológico, entre los que se encontraban cuatro hipopótamos: tres hembras y un colosal macho llamado Pepe.
En 1993, las fuerzas militares irrumpieron en el lugar y murieron muchos animales, pero los hipopótamos pudieron salvarse, aunque tampoco fue fácil capturarlos, debido en parte a su enorme tamaño —los machos pueden pesar hasta 4, 500 kilos, y las hembras 1,360 kilos—, y a su agresividad. Pero a final de cuentas, debido a las organizaciones ambientalistas, sociedades protectoras de animales y de la opinión pública, no fueron sacrificados y se los pudo mantener en custodia.
Para el 2009, esos cuatro ejemplares se habían reproducido y sumaban 27. Nada mal su fertilidad si se toma en consideración que las hembras tardan aproximadamente diez años en alcanzar la madurez sexual, y tienen una cría cada dos años con un tiempo de gestación de ocho meses. Al momento de nacer, la cría pesa alrededor de 45 kilos. Un enorme bebé.
El problema con estos animales es que se han multiplicado e invadido la selva colombiana, afectando a otras especies y a la flora de aquel país. Se estima que en la actualidad hay cerca de 128 hipopótamos distribuidos en diferentes zonas, y ya representan un peligro por causar tanto daño ecológico.
Aunque son herbívoros, su agresividad es mortal —miden 5 metros de largo por 1.6 de alto—, porque no siempre están en el agua sino que recorren grandes distancias, y al sentirse atacados pueden correr hasta 35 kilómetros. De ahí que ataquen a la menor provocación, como a las inofensivas capibaras y a otras pequeñas especies.
La polémica surge porque las autoridades han querido eliminarlos, pero los habitantes cercanos a la Hacienda Nápoles se oponen, lo mismo que muchas organizaciones y sobre todo la población en general. Ante el fracaso de enviar 70 ejemplares a la India y nuestro país por trámites burocráticos, la incertidumbre continúa. Peor aún, cuando se sabe que en libertad su esperanza de vida de 50 años.
En apariencia tiernos, tumbados en las orillas tomando el sol, o sumergidos en el agua con los ojos dormilones, en realidad son más peligrosos de lo que uno imagina. Y el sueño del capo se volvió una pesadilla.