Es México, güey, capta”. Así le espetó un automovilista a un policía después de haber agredido, con su automóvil, a un ciclista que circulaba en un carril confinado de la CdMx. En cinco palabras, dicho Lord (Audi) resumió que, para él, todo está permitido. Una actitud insolente junto con un brutal menosprecio por la autoridad: ésta, en una palabra, no existe. No entender que estamos en México es no entender que todo se vale. Que no hay límites para denigrar. Que la ley es letra muerta. Que el estado de derecho es un adorno para la retórica política y un estorbo para un segmento de la población que, por sus haberes, actúa como le plazca. Hay muchos Lords en este país. En el Estado de México sobresalen dos: el del Rolls Royce y el llamado #LordMeLaPelas. Qué decir del Lord Ferrari, quien se declaró víctima porque, según él, su linchamiento era consecuencia de una campaña mediática en su contra. El caso del joven del Audi lleva a preguntarse: ¿es nuestro sistema de justicia tan endeble que las sanciones nunca llegan? Ojalá empiecen por alguien.
La ley de los Lords es la que sus impulsos dictan. Lo demás no sirve. Se puede, por tanto, golpear, insultar, humillar y, lo peor, desdeñar la ley (para ellos letra muerta) porque se creen amparados (y en muchos casos efectivamente lo están) por un poder superior, ya sea el del dinero o el de las relaciones políticas. Los Lords creen tener el derecho de someter sin consecuencia alguna. Son un ejemplo, estrictamente hablando, para sus hijos, que tienden a actuar de la misma manera. No es fortuito que Lord Audi haya rematado su contundente frase de “es México, güey, capta” con un “¡llámale a mi jefe!”.
Son muchos Lords y Ladies que se muestran como son: sin escrúpulos. Son personajes que reflejan, en muchos sentidos, una profunda descomposición social. La desvergüenza los distingue. El ex city manager de la delegación Miguel Hidalgo (Arne aus den Ruthen) “balconeó” a muchos. Uno de ellos, en un barrio exclusivo de la CdMx, fue captado recibiendo el auxilio de un funcionario de alto nivel del gobierno citadino para impedir que se le sancionara por una falta administrativa. El influyentismo y la tropelía van de la mano.
En este país, la mayor parte de los delitos queda impune. Si el sistema de justicia no sirve para sancionar, entonces se abre la puerta para que los abusos, como en cascada, se cometan. Ahí está el caso de la CNTE que, pese a que un día sí y el otro también infringe la ley, daña a terceros y pone en riesgo la economía del país, sigue tan campante, como si no hubiera hecho nada. Hay impunidad porque se percibe que la ley es de corto alcance. Porque perciben la flaqueza de las instituciones. Además, la aplicación de la ley, cuando ocurre, es poco rigurosa para corregir la falta. La sanción y el castigo son tan débiles que incitan a la reincidencia.
Es deseable que el caso de Lord Audi no sea uno más que, como es costumbre, quede en el olvido, como tantos otros. Es una llamada de atención de que algo falla en nuestros sistemas de justicia y de valores. Los Lords son la muestra de la impunidad que envuelve a la sociedad. Los Lords, algunos gobernadores y muchos más son la prueba de que en este país las cosas no marchan bien. Es importante dejar de ser un país de Lords. El fin de esta casta contribuiría al tránsito hacia un sólido estado de derecho.
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