Cerca de la medianoche del 3 de noviembre de 1984, la joven Lisa McVey, de 17 años, salió de la tienda de donas donde trabajaba. Su familia era pobre, su padrastro carecía de empleo desde que quedó confinado a una silla de ruedas, y la joven, además de trabajar, asistía a la escuela por la mañana.
Solo que el hombre que la observaba con atención ignoraba esos antecedentes. Para él, una mujer que andaba sola a altas horas de la noche era mala, agresiva y problemática. Exactamente, el tipo de persona que él detestaba. Así que cuando Lisa pasó junto al auto, el individuo la tiró de la bicicleta, la subió y la maniató.
Transcurrieron 26 horas antes de que Lisa fuera devuelta al lugar donde fue secuestrada. El hombre sintió compasión por ella; sin embargo, ni la simpatía que sintió por la chica evitó que ésta fuera violada.
Bobby Joe Long era un hombre lleno de ambigüedades y contradicciones. Sufría una extraña condición genética, al nacer con un cromosoma extra, lo que causó que a partir de los 11 años le crecieran los senos, al grado que fue necesaria una cirugía: casi tres kilos de tejido adiposo fueron removidos de su cuerpo.
Por otro lado, odiaba a algunas mujeres, no a todas. A las prostitutas, sí; a las amas de casa, no. Gustaba leer los anuncios clasificados de diarios y revistas. Contrataba a prostitutas, asesinando a más de 10. Acudía a los hogares de las amas de casa a ver los productos que vendían, y se quedaba horas conversando con ellas.
"Era un hombre muy atento", explicó Cindy Gutherie Brown, a quien Long conocía desde que eran niños y con quien se casó en 1974. Solo que después de un accidente en una motocicleta, el tierno hombre que convirtió en un tipo irascible, al que el ruido lo sacaba de sus cabales, y que exigía a su esposa hasta seis relaciones sexuales por día, además de que se masturbaba en los intervalos.
Después de tener dos hijos y de un episodio de violencia doméstica que derivó en la hospitalización de Cindy, la pareja se divorció en 1980. Cuatro años después, del 27 de marzo al 11 de noviembre de 1984, los asesinatos de prostitutas ocurrieron.
Bobby Joe Long fue hijo natural de Louella Long, una mujer atractiva que terminó trabajando de striper en bares de mala muerte de Tampa. De día, la señora era una madre dedicada de lleno a su hijo. De noche, ya ebria, no dudaba en llevar hombres a su lecho, en la habitación que compartía con Long.
Lisa McVey, la joven secuestrada y después liberada por el asesino, explicó que, pese a ir con una venda en los ojos, se grabó la ruta que condujo al departamento del criminal. Señaló que el hombre oscilaba entre "la tranquilidad de un niño y la irascibilidad de un toro enfurecido".
Después de que Long la dejó en el lugar en el que la había secuestrado, la joven acudió a la policía y levantó su denuncia, aunque en un principio las autoridades no vincularon el hecho con el asesinato de ocho prostitutas. Antes de aprehender a Long, éste asesinó a dos mujeres más.
Bobby Joe Long no solo confesó ser el asesino de 10 prostitutas, también dijo que había violado a más de 50 mujeres en el estado de Florida. Las víctimas mortales eran abandonadas en parajes solitarios, desnudas, violadas y torturadas. La mayoría murió estrangulada, otras fueron baleadas, unas más acuchilladas.
"Estaba bien por un par de días", confesó Long, "pero no podía parar. Tenía que hacerlo nuevamente". En la cresta fina de su saga homicida, el individuo mató a un par de prostitutas por mes.
Bobby Joe Long espera que su sentencia se cumpla en el corredor de la muerte de la Institución Correccional del condado de Unión, en Florida.
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