Sociedad

La humanidad feliz

En 1953, el escritor y filósofo -premio nobel de literatura en 1950- Bertrand Russell escribió sobre la noción del “hombre feliz”. En 1930 había ya escrito su libro “La conquista de la felicidad”, en donde su premisa fundamental era que la felicidad se conquistaba con el esfuerzo diario, debiendo alejar lo que hacía infeliz a los seres humanos y buscando acercarnos a lo que sí nos daba ese estado de ánimo. Veintitrés años después escribió el texto al que hoy hago referencia.

Para esta segunda década del siglo XXI se impone que hablemos del “hombre y la mujer feliz” tal y como las premisas de visibilización femenina nos sugieren tratar. Su concepción del “hombre feliz” hoy debe entenderse referida al hombre, y a la mujer igualmente. Y, en los siguientes párrafos quiero abordar, desde la perspectiva de este escritor, las tres etapas fundamentales de la vida humana en un apretado resumen y actualización de dicho texto.

Comienza por decirnos: “quiero describir …lo que me imagino que ha de ser la vida y el temperamento del hombre ordinario en la sociedad que podemos crear si lo deseamos. En el mundo actual [tan actual como en nuestros días del siglo XXI], solo los excepcionalmente afortunados pueden vivir de la manera que voy a describir y prácticamente nadie puede vivir de esta manera en tiempos de guerra. Pero en lo que voy a señalar ahora, no hay nada que necesite ser excepcional en el futuro”. Y aquí cabría preguntarnos en 2023 que tanto hemos evolucionado después de setenta años para alejar los fantasmas de la guerra, del hambre y de la expoliación buscando un mundo mejor. Pareciera que muy poco. Pero veamos.

Niñez: “El hombre (y la mujer) feliz tendrá en su infancia padres que le (s) quieran. Disfrutará probablemente de mayores afectos de sus padres que ahora, porque serán afectos más libres y con menos ansiedades y porque la paternidad será considerada una asociación para criar a los hijos, no una prisión sexual. El ambiente de la infancia será tal que se presentará con mucho menos frecuencia la necesidad de decir a los niños que no se debe hacer esto o lo otro.”

Aquí manifiesta su “pena profunda” cuando sus hijos (niños en edad escolar a esa fecha) tienen que llegar a la escuela en una “civilización basada en hábitos difíciles y complejos que solo pueden ser adquiridos con muchas horas de permanencia en un asiento. Pero, si bien creo que la educación escolar supondrá siempre cierta medida de fastidiosa esclavitud, puede hacerse mucho más libre de lo que es…”

Adultez: “El hombre [y la mujer] feliz no estará frenando constantemente su cordialidad por miedo a que los demás se aprovechen de él o no correspondan a este sentimiento. Su actitud con el prójimo será mucho más confiada que actualmente, y en nueve de cada diez casos, obtendrá del prójimo una réplica que la justifique. Como habrá aprendido de joven la economía y la política de la cooperación y el hábito de considerar a todos los seres humanos como una familia, no pensará instintivamente que las naciones extranjeras son enemigas y verá en la guerra la locura que realmente es.”

“Quiero insistir una vez más en que el hombre [y la mujer] feliz, tal como yo lo concibo, es feliz, no solamente a causa de las circunstancias exteriores de su vida de adulto, sino también a causa de un buen temperamento que debe a la cordura y la amabilidad de aquellos con quienes pasó sus primeros años. Supuesta esta clase de temperamento y supuesto un sistema económico que procure seguridad, será capaz de disfrutar con su trabajo, de tener muchos amigos, de sentir afecto por los niños y de pasar por los años de su edad madura sin esa sensación de fracaso que es tan común entre los hombres [y mujeres] maduros [as] en el mundo de nuestros días. Cuando llegue a la ancianidad, volverá la vista hacia su vida sin remordimientos ni lamentaciones”.

Vejez: “El arte de hacerse viejo es un arte que el transcurso del tiempo ha impuesto mi atención. Psicológicamente, hay dos peligros contra los que conviene precaverse en la vejez. Uno de ellos es la fuerza absorbente que va adquiriendo el pasado. No conviene vivir de recuerdos, lamentando los buenos tiempos idos o la desaparición de amigos del alma…La otra cosa que hay que evitar es aferrarse a la juventud con la esperanza de obtener vigor de su vitalidad. Cuando los hijos crecen, quieren vivir sus propias vidas y, si nos empeñamos en interesarnos en ellos como cuando eran niños, probablemente les haremos el efecto de unos cargosos (sic) en el supuesto de que no sean desusadamente insensibles.”

Más de siete décadas después nos podemos cuestionar si el nuevo hombre y/o mujer feliz que previó Bertrand Russell han visto la luz en cualquier país del mundo (avanzado o no). Pareciera que la sociedad humana no ha hecho la tarea o está ha sido incompleta. La apropiación de las riquezas naturales, sociales y culturales en unas cuantas manos o naciones, la desigualdad social persistente, el llevar a mínimos las condiciones de existencia humana para millones de personas, no hace más que volteemos a ver a hombres y mujeres infelices. No cabe duda. La historia se repite, evidenciando el fracaso.

[Tomado de Bertrand Russell, ANTOLOGÍA, 1981, Siglo XXI editores, México]



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José Luis Castellanos González
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