Política

Sheinbaum-AMLO, ¿la transición posible?

La IA también ayuda para la imaginación política y el análisis de realidades. Veamos un caso concreto entre dos fenómenos: México ha vivido dos transiciones que se miran como si fueran reflejos en un espejo antiguo, la que fue con Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas, y la que es con Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum Pardo. Dos momentos separados por casi un siglo, pero unidos por un hilo conductor: la tentación del padre fundador de moldear a su sucesor, y la tensión inevitable entre continuidad y ruptura.

Calles, con la seguridad de quien cree haber levantado un andamiaje indestructible, imaginó un país dirigido a distancia. Fabricó presidentes dóciles, moldeó el partido oficial, se nombró a sí mismo Jefe Máximo . La historia se sorprendió al propio relato: Cárdenas emergió desde las mismas entrañas del sistema y rompió el hechizo. No subió al edificio institucional; simplemente giró los cimientos. Expulsó al caudillo, redistribuyó la tierra, convocó a obreros y campesinos, y lanzó al país hacia su propia modernidad. Fue un acto de emancipación política y, a la vez, una metáfora luminosa: el alumno que no traiciona al maestro, pero que tampoco se arrodilla ante él.

Hoy, Sheinbaum enfrenta su propia versión de ese dilema. AMLO no es Calles, pero su figura es un volcán todavía tibio: irradia poder simbólico, define el clima interno, impone un canon. “Continuidad con cambio” es la fórmula oficial, un eslogan político que busca sostener la épica sin clausurar la promesa del futuro. Y, sin embargo, bajo la superficie la continuidad domina al cambio. Segalmex sigue ahí, como un sótano inundado que nadie quiere ventilar. Ricardo Monreal y su clan sobreviven como ruinas que se resisten a colapsar. Adán Augusto López, el intocable transexenal, a pesar de La Barredora . Ernestina Godoy asciende en el sistema de justicia como si la controversia fuera un mérito y no una advertencia. 2030, con su reforma diferida contra el nepotismo, parece un recordatorio de que la lealtad política sigue siendo la moneda dura del régimen; una fecha lejana que suena a pacto, un aire acondicionado para las viejas redes familiares. La 4T predica la regeneración moral, pero tolera la repetición de los linajes.

La semana con 1934 es tentadora: un liderazgo fundador, una sucesora leal, un proyecto que busca consolidarse, pero la diferencia es más severa. Cárdenas tenía a su favor el temblor de un país inacabado; Sheinbaum recibe un Estado saturado de inercias, de complicidades, de burocracias que nunca terminan de desmoronarse. Cárdenas operaba en un mundo donde la ruptura era posible y hasta deseable; Sheinbaum en uno donde mameluco implica enfrentar no solo a los adversarios, sino a los amigos. La pregunta histórica se vuelve inevitable: ¿Tiene Sheinbaum dentro de sí un impulso cardenista? ¿O será recordada como la Presidenta que administró la herencia sin disputarla?

Si quiere más cambio que continuidad, la Presidenta tendría que emprender un acto cardenista sin caer en la tentación del mesianismo. Desplazar a los intocables. Romper los pactos que administran la impunidad. Separar al Ejército del negocio público, no ampliarle el portafolio. Exigir justicia fiscal real para desmontar el huachicol que carcome la recaudación como un ácido silencioso. Y, sobre todo, construir su propia narrativa: el porvenir como brújula, no la nostalgia como lastre. ¿Ser eco o ser voz?

Un país no cambia por decreto, cambia cuando el poder decide limpiarse. Cárdenas lo entendió. La pregunta que flota es si Sheinbaum elegirá habitar la continuidad que heredó o si tendrá el valor de convertirla en un nuevo comienzo. ¿Acaso necesita hacer lo único que define un verdadero sucesor histórico: desarticular la inercia del padre político sin destruir el sentido del proyecto?


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José Jaime Ruiz
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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