
Probablemente a la mayoría de los lectores le va a gustar la mitad de la columna y desaprobará a la otra mitad. El tema es cuál de las dos mitades le va a gustar a usted. En días recientes Epigmenio Ibarra, el conocido productor de televisión fue duramente cuestionado por sus afirmaciones sobre “el esperpento” que representa el personaje de Xóchitl Gálvez. Por otra parte, Jorge Castañeda, ex canciller del gobierno de Vicente Fox y ex vocero de la campaña del panista Ricardo Anaya, fue criticado por un texto en el que aseguraba que recurrir a las campañas sucias era la única manera en que la oposición podía vencer a Claudia Sheinbaum. Uno y otro, desde posiciones distintas obviamente, fueron crucificados en redes sociales y medios de comunicación, se convirtieron en trending topics y constituyeron durante un par de días la pluma de vomitar de las dos tribunas que se disputan la batalla de la opinión pública en pleno proceso electoral.
No sorprende la virulencia con la que fueron tratados, considerando el ambiente político crispado propio de la recta final de la campaña presidencial. Por lo demás y en cierta manera los dos personajes se han ganado a pulso la animadversión de sus respectivos adversarios. Ambos son lúcidos, claridosos, a ratos provocadores, invitados habituales en los espacios mediáticos.
Comienzo con el caso de Castañeda. El 27 de febrero publicó en su blog en Nexos digital una reflexión sobre la marcha de las campañas. Allí dio cuenta de la ventaja considerable de Claudia Sheinbaum sobre Xóchitl Gálvez según las encuestas de opinión y reconocía que esa diferencia no se estaba acortando, ni había visos de que fuera a suceder. Luego añade unas líneas polémicas. Cito textual:
“La opción para modificar el statu quo no es obvia. Pero se puede uno imaginar un par de factores. El primero consiste en un descalabro del gobierno, desde #NarcoPresidente hasta un evento disruptivo en materia de seguridad, de salud, o financiero. Se ve poco probable, aunque no imposible. El segundo es más viable: una campaña negativa feroz, de rompe y rasga, de patín y trompón, en el fango, de una candidata contra la otra. Si se cerrara la actual brecha, no se puede descartar que Morena recurra a ello...”
Frente a la repulsa que provocaron estas líneas, Castañeda ha señalado en un par de espacios adicionales, que él no forma parte del cuarto de guerra de Xóchitl y que simplemente está señalando la estrategia que hoy en día se sigue en el mundo en situaciones como la que describe: una candidatura desesperada por remontar una distancia al parecer inalcanzable.
Normalmente no coincido con la visión de país que sostiene Jorge Castañeda. Pero en este caso se agradece el realismo de su diagnóstico. Diferente al de muchos de sus colegas que, amparados en su papel de periodistas o columnistas, falsean la realidad de manera deliberada y la hacen pasar por análisis rigurosos.
Puede entenderse que Xóchitl afirme que hay todo tipo de encuestas, que algunas arrojan un empate técnico y otras, en las que va perdiendo, hayan sido compradas por el oficialismo. Es falso, pero explicable que tenga que hacerlo para mantener viva la esperanza de los suyos. Pero que analistas que se afanan de su objetividad lo repitan, pese a que estas encuestas provienen de los propios diarios antiobradoristas en los que escriben, es muestra de deshonestidad intelectual por lo menos.
No es el caso de Castañeda. Reconoce lo que está sucediendo a pesar de que no le guste: Xóchitl va a perder a menos que suceda algo extraordinario y eso solo puede provenir, si acaso, y según los nuevos manuales de estrategia electoral, de una campaña sucia. En lo personal me parece que ya ni eso cambiaría el resultado, pero no está diciendo algo que no esté sucediendo aquí o en Estados Unidos. Xóchitl y Claudia han sido indagadas con lupa por sus respectivos adversarios con el ánimo de explotar alguna debilidad. En plena campaña electoral el gobierno de Peña Nieto le desempolvó a Ricardo Anaya una investigación sobre la adquisición de unas bodegas y lo convirtió en pieza clave de una propaganda negativa (luego fue graciosamente encarpetada por falta de elementos). Toda debilidad susceptible de ser explotada constituye material de las campañas sucias. Que Castañeda reconozca que la competencia ha llegado al punto de que solo eso podría darle una oportunidad a Xóchitl, me parece más realista que estar engañando a la opinión pública tapando el sol con un dedo. Prefiero al Castañeda cínico que a los falsarios disfrazados de demócratas.
Lo de Epigmenio surgió en su colaboración en vivo en el noticiero de Ciro Gómez Leyva. Afirmó que la candidatura de Xóchitl Gálvez era un esperpento. Ciro preguntó si se refería a la persona, él contestó que hablaba del personaje Xóchitl Gálvez de la campaña y definió esperpento como la deformación grotesca de la realidad. Enseguida hizo un breve listado de las incongruencias de Xóchitl en campaña, con banderas contrapuestas y variaciones diametrales dependiendo del día o el auditorio, atribuible entre otras cosas, al imposible maridaje entre el PAN y el PRI que la apoyan. Recurrir a pactos de sangre, espectáculos con veladoras, son muestras grotescas que dan cuenta del personaje, concluyó.
En cuestión de horas, la oposición convirtió el epíteto de Epigmenio en insulto inadmisible y en escándalo del día. La propia candidata lo consideró una ofensa imperdonable. Se le atribuyeron rasgos misóginos y se consideró que constituía un agravio en contra de todas las mujeres, particularmente en vísperas de la celebración de su día, el 8 de marzo. Un rosario de candidatas de la Alianza se solidarizó con la agraviada y se indignó en contra del ofensor. Pero a ninguno de sus críticos le pareció conveniente responder a los argumentos de Epigmenio. Se trataba de aprovechar una oportunidad para victimizar a la candidata y abollar la imagen de uno de los cuadros mediáticos de la 4T.
En realidad, el productor no lanzó un adjetivo a la ligera, sino una descripción de las inconsistencias de Xóchitl. No atribuyó el apelativo a rasgos físicos o comportamientos privados o morales de la candidata, sino exclusivamente a sus decisiones de campaña y los contenidos de la misma.
Abordo el tema de Castañeda y de Epigmenio porque en pocas ocasiones son tan visibles los mecanismos de campaña y el estado de ánimo de la polarización, prestos a la cacería de brujas, a la crucificción de todo aquél que pueda abonar algún aparente beneficio a la causa. Los dos son personas controvertidas y veteranos de muchas batallas con aciertos y desaciertos. En esta ocasión, sin embargo, me parece que sus respectivos linchamientos dicen más de los tiempos de cólera y coléricos que vivimos que de la falta imperdonable que se les atribuye.