Claudia Sheinbaum se está quedando sola en el liderazgo del movimiento de la cuarta transformación. Esa es una buena y una mala noticia. Si bien es cierto que ella había recibido el bastón de mando y obtuvo la Presidencia, también es cierto que heredó un diseño político que, en la práctica, entregaba el Congreso a sus ex rivales, quienes nunca han escondido sus ambiciones personales. Y, por su parte, Morena, dirigido por la ex secretaria de Gobernación y el hijo del fundador, quedaba en un limbo aparentemente más cercano a Palenque, que a Palacio. Hay que tener en cuenta que el Congreso y el partido son las instancias clave para las asignaciones en el Poder Judicial, las gubernaturas y puestos de elección popular. Es decir, en un mal escenario había el riesgo de que, grosso modo y para simplificar, Sheinbaum hubiese tenido a su cargo las responsabilidades de la administración pública, pero otros le hubiesen disputado el control del poder político.
Para fortuna de Claudia, y del país, no sucedió así. Y eso se debió a tres razones. Primero, que contra lo que la comentocracia y la oposición habían temido, López Obrador no está interviniendo. Segundo, la popularidad de la Presidenta y una dirigencia firme, laboriosa y prudente, han fortalecido su liderazgo no solo entre la sociedad en su conjunto, también a lo largo de las filas y cuadros del movimiento. Y tercero, el desplome de la imagen de los posibles antagonistas o polos de poder alternativos.
Respecto a este último punto, en materia de semanas los escándalos, excesos, relaciones vergonzantes y declaraciones inoportunas de las cabezas de Morena en el Congreso, han debilitado la posibilidad de sostener el pulso que mantenían con la Presidenta. “No estás solo”, le dijeron a Adán Augusto López en su última aparición en el Senado, luego de que su nombre fue ventilado a raíz de la orden de aprehensión de quien fuera su secretario de Seguridad en Tabasco, vinculado al crimen organizado. Pero como bien ha señalado Sabina Berman, quienes lo hicieron fueron apenas un puñado de legisladores cercanos al todavía jefe de la mayoría en el Senado. El grueso de los morenistas prefirió mantener silencio y distancia frente al impugnado. Una potencial amenaza que se esfuma para Sheinbaum.
La caída en desgracia de Ricardo Monreal, coordinador de los diputados, o de Fernández Noroña, presidente de la Mesa Directiva del Senado, no es tan drástica, pero es visible. Como también lo son las abolladuras en la imagen de Andrés Manuel López, hijo del ex presidente, a quien muchos perfilaban como el futuro operador real de las estructuras del partido y, eventualmente, el verdadero heredero. En realidad nunca fue así, aunque se trataba de una figura ambigua en términos políticos, cuya mera presencia era capaz de generar percepciones equívocas adentro y afuera del movimiento. Sea cierto o no, cada vez es más evidente que el joven está intentando encontrar su propio camino, y que este no consiste en llenar los zapatos del padre, como muchos habían anticipado.
No se trata de un asunto que sólo opere en las percepciones. También en la manera en que se desenvuelve el movimiento. Lo ilustra la campaña de filiación de 10 millones de miembros lanzada por Morena, que fue leída como una carta de presentación de Andy. Se trataba de un despropósito porque entrañaba el reclutamiento a mansalva, incluyendo colectivos, sindicatos, aspirantes políticos de cualquier procedencia. Implicaba, de entrada, el desdibujamiento de la posibilidad de mantener algún estándar ético o ideológico serio. Un tema al que dediqué una columna en este espacio. Por fortuna y sin hacer aspavientos, en las últimas semanas el partido ha caminado en el sentido contrario, más cercano a la concepción de la Presidenta y a otras corrientes de la izquierda. Los esfuerzos ahora se están encaminando a la formación de cuadros reales, una estructura identificada con los valores del movimiento e instancias formales para evaluar la incorporación y militancia de personajes de dudosa reputación.
Cualquiera que hayan sido las intenciones o ambiciones políticas de los arriba mencionados, lo cierto es que la realidad misma ha acotado sus posibilidades. Si la política es un tema de percepciones, la sensación que hoy prima luego de escándalos, viajes onerosos y exabruptos verbales, es que Claudia Sheinbaum es la garante del capital ético del movimiento, la única figura que está en condiciones de establecer cuáles son y cuáles no son las banderas y la praxis de la cuarta transformación. Se da por sentado que eso es así, pero pudo haber sucedido de otra manera.
En suma, poco a poco se va decantando con mayor nitidez que el liderazgo de Sheinbaum es indisputado. Y eso es una buena noticia. Pero eso implica otra que no es tan buena. La debilidad de otros cuadros de Morena le irá quitando amenazas internas, que habrían podido ser desgastantes e incluso paralizantes. Pero la ausencia de alfiles potentes también es cierto que limita las posibilidades de la reina, que debe multiplicarse en todos los frentes.
No es que la Presidenta esté sola en estricto sentido. Más de medio gabinete mantiene el brutal ritmo impuesto por Palacio y está dejando la vida en ello. Esos que no vacacionan en Europa. Pero la mayor parte de este equipo apenas es reconocible a mar abierto. En el área económica comienzan a despuntar cabezas visibles identificadas con la Presidenta, pero aún en proceso de acreditarse cabalmente frente a la comunidad empresarial y financiera. Capítulo aparte merece la sorprendente y valiosa reconversión de Marcelo Ebrard que ha puesto su capital político al servicio de la 4T. Omar García Harfuch es una respuesta valiosa en materia de seguridad pública, por más que la agenda pendiente sea abrumadora.
Pero es evidente que la Presidenta necesita operadores políticos leales que gocen de cierta presencia y legitimidad entre los factores de poder. Y eso no se consigue rápido. Entre otras cosas para terminar de neutralizar los tejes y manejes de los caídos en desgracia, llevar el día a día de la relación con gobernadores, líderes sindicales, partidos de oposición, medios, iglesias y el entramado institucional de la sociedad mexicana. Su equipo ayuda, pero le faltan mariscales de peso que alivien de manera leal la enorme carga que hoy lleva sobre los hombros Claudia Sheinbaum. Urge encontrarlos.
